domingo

Yo vengo de un brumoso país lejano. (Poema: Amado Nervo)



Yo vengo de un brumoso país lejano
regido por un viejo monarca triste...
Mi numen sólo busca lo que es arcano,
mi numen sólo adora lo que no existe;

tú lloras por un sueño que está lejano,
tú aguardas un cariño que ya no existe,
se pierden tus pupilas en el arcano
como dos alas negras, y estás muy triste.

Eres mía: nacimos de un mismo arcano
y vamos, desdeñosos de cuanto existe,
en pos de ese brumoso país lejano,
regido por un viejo monarca triste...

sábado

Pasas por el abismo de mis tristezas. (Poema: Amado Nervo)



Pasas por el abismo de mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares,
ungiendo lo infinito de mis pesares
con el nardo y la mina de tus ternezas.

Ya tramonta mi vida; la tuya empiezas;
mas, salvando del tiempo los valladares,
como un rayo de luna sobre los mares
pasas por el abismo de mis tristezas.

No más en la tersura de mis cantares
dejará el desencanto sus asperezas;
pues Dios, que dio a los cielos sus luminares,
quiso que atravesaras por mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares.

viernes

Incoherencias. (Poema: Amado Nervo)




Yo tuve un ideal, ¿en dónde se halla?
Albergué una virtud, ¿por qué se ha ido?
Fui templado, ¿do está mi recia malla?
¿En qué campo sangriento de batalla
me dejaron así, triste y vencido?

¡Oh, Progreso, eres luz! ¿Por qué no llena
tu fulgor mi conciencia? Tengo miedo
a la duda terrible que envenena,
y que miras rodar sobre la arena
¡y, cual hosca vestal, bajas el dedo!

¡Oh, siglo decadente, que te jactas
de poseer la verdad!, tú que haces gala
de que con Dios, y con la muerte pactas,
devuélveme mi fe, yo soy un Chactas
que acaricia el cadáver de su Atala...

Amaba y me decías: <analiza>,
y murió mi pasión; luchaba fiero
con Jesús por coraza, triza a triza,
el filo penetrante de tu acero.

¡Tengo sed de saber y no me enseñas;
tengo sed de avanzar y no me ayudas;
tengo sed de creer y me despeñas
en el mar de teorías en que sueñas
hallar las soluciones de tus dudas!

Y caigo, bien lo ves, y ya no puedo
batallar sin amor, sin fe serena
que ilumine mi ruta, y tengo miedo...
¡Acógeme, por Dios! Levanta el dedo,
vestal, ¡que no me maten en la arena!

jueves

XLII. (Poema: Amado Nervo)




Yo también, cual los héroes medievales
que viven con la vida de la fama,
luché por tres divinos ideales:
¡por mi Dios, por mi Patria y por mi Dama!

Hoy que Dios ante mí su faz esconde,
que la Patria me niega su ternura
de madre, y que a mi acento no responde
la voz angelical de la Hermosura,

rendido bajo el peso del destino
esquivando el combate, siempre rudo,
heme puesto a la vera del camino,
resuelto a descansar sobre mi escudo.

Quizá mañana, con afán contrario,
ajustándome el casco y la loriga,
de nuevo iré tras el combate diario,
exclamando: ¡Quién me ame, que me siga!

Mas hoy dejadme, aunque a la gloria pese,
dormir en paz sobre mi escudo roto;
dejad que en mi redor el ruido cese,
que la brisa noctívaga me bese
y el Olvido me dé su flor de loto.

miércoles

XXXIII. (Poemas: Amado Nervo)



Amiga, mi larario está vacío:
desde que el fuego del hogar no arde,
nuestros dioses huyeron ante el frío;
hoy preside en sus tronos el hastío
las nupcias del silencio y de la tarde.

El tiempo destructor no en vano pasa;
los aleros del patio están en ruinas;
ya no forman allí su leve casa,
con paredes convexas de argamasa
y tapíz del plumón, las golondrinas.

¡Qué silencio el del piano! Su gemido
ya no vibra en los ámbitos desiertos;
los nocturnos y scherzos han huído...
¡Pobre jaula sin aves! ¡Pobre nido!
¡Misterioso ataúd de trinos muertos!

¡Ah, si vieras tu huerto! Ya no hay rosas,
ni lirios, ni libélulas de seda,
ni cocuyos de luz, ni mariposas...
Tiemblan las ramas del rosal, medrosas;
el viento sopla, la hojarasca rueda.

Amiga, tu mansión está desierta;
el musgo verdinegro que decora
los dinteles ruinosos de la puerta,
parece una inscripción que dice: ¡Muerta!
El cierzo pasa, y suspirando: ¡Llora!


martes

VI. (Poema: Amado Nervo)



Rindióme al fin el batallar continuo
de la vida social; en la contienda,
envidiaba la dicha del beduíno
que mora en libertad bajo su tienda.

Huí del mundo a mi dolor extraño,
llevaba el corazon triste y enfermo,
y busqué , como Pablo el Ermitaño,
la inalterable soledad del yermo.

Allí moro, allí canto, de la vista
del hombre huyendo, para el goce muerto,
y bien puedo decir como el Bautista:
¡Soy la voz del que clama en el desierto!

lunes

V. (Poema: Amado Nervo)




¿Ves el sol, apagando su luz pura
en las ondas del piélago ambarino?
Así hundió sus fulgores mi ventura
para no renacer en mi camino.

Mira la luna: desgarrando el velo
de las tinieblas, a brillar empieza.
Así se levantó sobre mi cielo
el astro funeral de la tristeza.

¿Ves el faro en la peña carcomida
que el mar inquieto con su espuma alfombra?
Así radia la fe sobre mi vida,
solitaria, purísima, escondida:
¡cómo el rostro de un ángel en la sombra!

domingo

A kempis. (Poema: Amado Nervo)




Ha muchos años que busco el yermo,
ha muchos años que vivo triste,
ha muchos años que estoy enfermo,
¡y es por el libro que tu escribiste!

¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
la luz, las vegas, el mar Océano;
mas tú dijiste que todo acaba,
que todo muere, que todo es vano!

Antes, llevado de mis antojos,
besé los labios que al beso invitan,
las rubias trenzas, los grande ojos,
¡sin acordarme que se marchitan!

Mas como afirman doctores graves,
que tú, maestro, citas y nombras,
que el hombre pasa como las naves,
como las nubes, como las sombras...,

huyo de todo terreno lazo,
ningún cariño mi mente alegra,
y con tu libro bajo del brazo
voy recorriendo la noche negra...

¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
pálido asceta, qué mal me hiciste!
¡Ha muchos años que estoy enfermo,
y es por el libro que tú escribiste!




sábado

Si tú me dices ven. (Poema: Medardpo Ángel Silva)





Si tú me dices ven, lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada
para mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo

que tu voz como toque de llamada,
vibre hasta el más íntimo recodo
del ser, levante el alma de su lodo
y hiera el corazón como una espada.

Si tú me dices ven, todo lo dejo...
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular,

más he de compensarte mi retardo,
difundiéndome ¡Oh, Cristo! como un nardo
de perfume sutil, ante tu altar.

viernes

Éxtasis. (Poema: Amado Nervo)



Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida
¡nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!

Años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar conmigo a solas,
¡y aún me pasma el prodigio de las olas!

Cada vez hallo la naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
Para mí, en rededor, todo es belleza:
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.

Quiero ser inmortal con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome al brillar: "Aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama."



jueves

La puerta. (Poema: Amado Nervo)



Por esa puerta huyo, diciendo: "¡Nunca!"
Por esa puerta ha de volver un día...
Al cerrar esa puerta, dejo trunca
la hebra de oro de la esperanza mía.
Por esa puerta ha de volver un día.

Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil, indecisa,
levemente sacude la vidriera
palpita más aprisa, más aprisa
mi corazón cobarde que la espera.

Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos,
y acecha agazapado mi deseo
en el trémulo fondo de sus ojos.

¿Por cuanto tiempo, solitario, esquivo
he de aguardar con la mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyó por esa puerta?

¿Cuando habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales
y, con su beso ha de llegarme ella
cual me llega en las noches invernales
el ósculo piadoso de una estrella?

¡Oh, Señor!, ya la Pálida está alerta:
¡Oh, Señor!, ¡cae la tarde ya en mi vía
y se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor!, ¡has que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mía!
¡Por esa puerta ha de volver un día!


miércoles

En paz. (Poema: Amado Nervo)



Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.

...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz

martes

El celaje. (Poema: Amado Nervo)



¿A dónde fuiste, amor; a dónde fuiste?
Se extinguió en el poniente el manso fuego,
y tú que me decías: "Hasta luego,
volveré por la noche"... ¡No volviste!

¿En que zarzas tu pie divino heriste?
¿Que muro cruel te ensordeció a mi ruego?
¿Que nieve supo congelar tu apego
y a tu memoria hurtar mi imagen triste?

¡Amor, ya no vendrás! En vano, ansioso,
de mi balcón atalayando vivo
el campo verde y el confín brumoso.

Y me finge un celaje fugitivo
nave de luz en que, al final reposo,
va tu dulce fantasma pensativo.

lunes

Viejo estribillo. (Poema: Amado Nervo)



¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...

¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
-Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...

Di, ¿quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? -Son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...

¿Quién regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
-Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...

¡Oh, Señor! La belleza sólo es, pues, espejismo!
nada más Tú eres cierto, sé Tú mi último Dueño.
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
-Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...



domingo

A un poeta. (Poema: Medardo Ángel Silva)




No llames una noche de llanto a tu vida,
ni pienses tu dolor tan hondo y duradero
ofendes al que sufre la verdadera herida,
al hermano que calla su dolor verdadero.

Mercader de sollozo, profesional del llanto,
que sabiamente expresas ignoradas angustias!
no son tales prodigios armónicos de canto
para labios resecos y para frentes mustias.

Gárrulo adolescente que la bella mentira
de tu tristeza acuerdas o suspirante lira,
¡calla! Tu voz insulta con su pena sonora
al que  suspira y nunca sabe por qué suspira,
al que llora y no puede decirnos por  qué llora.

¡Oh!, los juegos con novias de traje a las rodillas
los besos inocentes que se dan a hurtadillas
a la bebé amorosa de diez a doce años,
y los sedeños roces de sus rizos castaños
y las rimas primeras y las cartas primeras
que motivan insomnios y producen ojeras!

¡Adolescencia mía: te llevas tantas cosas
que dudo si ha de darme la juventud más rosas
y siento como nunca la tristeza sin nombre
de dejar de ser niño y empezar a ser hombre!

¡Hoy no es la adolescente mirada y risa franca,
sino el cansado gesto de precoz amargura
y está el alma que fuera una paloma blanca
triste de tantos sueños y de tanta lectura!



sábado

...La sombra de una lágrima. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Y pregunte a la mágica sibila:
¿Un constante recuerdo, un vago aroma
de sueño extinto, de ternura muerta,
como la suave estela de un perfume,
quedará de mi paso por la vida,
entre los hombres?...

Y la Maga; me dijo:
Algo menos: la sombra de una lágrima.

Pues  que me siento efímero…
pues que me siento efímero y fugaz; comparable
a la flor, o más bien a la nube variable,
como las hebras de humo que una escala remedan
para los sueños líricos, y las olas que ruedan
hacia playas remotas que nunca he de mirar;

Porque me haces la vida serena y resignada
el meditar que un día retornaré a la nada
como el humo a los cielos y las olas del mar.  

viernes

Después. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Se extinguirán mis años, ardiendo como cirios…
A tus pies; las rosas
de mis sueños, mustias por los días,
regaron  tus pies sus difuntas corolas.

Y habrá un sol que ilumine
mi cuerpo –ya sin alma-, negra copa
vacía de una esencia de infinito… Y el sueño
será definitivo…

¡Pero, entonces, tú sola,
releyendo los versos en que me llamo tuyo,
mis besos, hechos llanto, sentirás en la boca
y escucharás, de súbito, reteniendo tus lágrimas,
una voz que te llama, despacito, en la sombra.



jueves

Epístola. (Medardo Ángel Silva)




Hermano, que a la diestra del Padre Verlaine moras
y por siglos contemplas las eternas auroras
y la gloria del Paracleto,
un mensaje doliente mi cítara te envía,
en el cuello de nieve de la alondra del día,
cuyo pico humedece las mieles del Himeto.

Ya no se oye la voz de la siringa agreste.
si un vuelo de palomas rasga el velo celeste,
si el traficante escucha la flauta del Panida;
los augures predicen la extinción de la raza;
sagitario hacia el Cisne con su flecha amenaza;
pronto será la estirpe del Árcade extinguida.

Sobre el mar, del que un día olímpico deseo
hizo surgir, como una perla rosa,
el cuerpo de Afrodita victorioso,
hoy, solo de Mercurio de ha visto el caduceo.

Los sacerdotes jóvenes del melodioso rito
que han consultado el áureo libro de lo infinito
escuchando la música de las constelaciones
recibieron los dardos de arqueros mercenarios;
los viejos cruzados se yerguen solitarios
en el azul lo mismo que mudos torreones.

Tú que ves la increada luz del alba que ciega,
y que probaste el agua de la Hipocrene griega,
ruega al Supremo Numen por la estirpe de Pan.
Mientras  Zoilo sonríe, en la sombra conspira.
Nuestros dioses se van. Nuestros dioses se van.

miércoles

Ojos africanos. (Poema, Medardo Ángel Silva)



Ayer miré unos ojos africanos
en una linda empleada de una tienda.
era ojos de noche y de leyenda
eran ojos de trágicos arcanos…

Eran unos ojos tan negros, tan gitanos,
vagabundos y enfermos, ojos serios
que encierran cierto encanto de misterio
y cierta caridad con los hermanos…

Ayer miré unos ojos de leyenda
en una linda empleada de una tienda
ojos de huríes, débiles, huraños.

Quiero que me devuelva la mirada
que tiene su pupila aprisionada
con el lazo sutil de  sus pestañas.

martes

En el bar. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Entre tanto individuo que charla fuma y bebe
el poeta se siente extraño. La neblina
del tabaco rubrica en el aire, y se esfuma
con cierta voluptuosa levedad femenina.

La fatigada frente a los sueños se inclina
y se añora el encanto de esa mujer de bruma
leve, como en la copa de Sevres cristalina,
la fugaz explosión de la pálida espuma.

¿Soñar, Soñar…? Qué valen alegrías o tristezas,
semejante a una copa de espuma de cerveza,
que duran lo que duran las huellas en el mar…

Vale más la mentira, ilusión que perdura,
del ensueño imposible la eternidad segura
y la estrella remota que no hemos de alcanzar.

lunes

Calle villamil. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Cae de los aleros sobre la estrecha vía
Una larga sombra húmeda en el aire pesado,
Una pena opresora, una melancolía
Contra la que no puede  nada el sol enclaustrado.

Y es dolor mayor, al áureo mediodía,
Mira el cielo azul y la calle fangosa
Y ver, cómo a través de angosta celosía,
Un palmo de la inmensa bóveda luminosa.

¡Ah, pero en las celestes noches aurinevadas
De luna, qué lirismo a en la oscura calleja,
Y en las casas que fingen ancianas inclinadas.

Qué leyendas se evocan si de un portal oscuro,
A la luz de un farol, se proyecta en el muro
La sombra de un transeúnte que se aleja.


domingo

Malecón nocturno. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Revive las medrosas leyendas coloniales
el malecón dormido, en estas noches brunas,
con su ría poblada de barcos fantasmales
que mueven su silueta con un vaivén de cunas.

Faroles cuyas flamas hacen extraños signos,
al derramar su luz tras cristales mugrientos
en una procesión de ciclopes malignos
nos clavan, al pasar sus mil ojos sangrientos.

Todo duerme… Y apenas se si oye, intermitente
algún reloj que late acompasadamente
y el paso de los guardias por las calles desiertas. 

sábado

La noche. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Mi corazón solloza en su prisión sombría
y endulza, suspirando, la noche de su encierro;
mi alma es un ave lírica de un parque de Harmonía
cuyas almas, cautivas, golpean contra el hierro.

Señor: ¿no saldrá mi alma de su prisión obscura...?
¿Nunca veré el celeste país que me ofreciste...?
Ansío paz, la paz que tu evangelio augura...
¡Tan grande es mi cansancio de todo lo que existe!

viernes

Lo tardío. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Madre: la vida triste y enferma que me has dado
no vale los dolores que ha costado;
no vale tu sufrir intenso, madre mía,
¡este brote de llanto y de melancolía!
¡Ay! ¿Por qué no expiró el fruto de tu amor,
así como agonizan tantos frutos en flor?

¿Por qué, cuando soñaba mis sueños infantiles,
en la cuna, a la sombra de las gasas sutiles,
de un ángulo del cuarto no salió una serpiente
que, al ceñir sus anillos a mi cuello inocente,
con la flexible gracia de una mujer querida,
me hubiera libertado del horror de la vida...?

Más valiera no ser a este vivir de llanto,
a este amasar con lágrimas el pan de nuestro canto,
al lento laborar del dolor exquisito
del alma ebria de luz y enferma de Infinito!

jueves

El alba de Jesús. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Señor, en mí me busco y no me encuentro...
¿Dónde la claridad del nuevo día
cuya luz inmortal fulgura dentro
del corazón sin pena ni alegría?

Tú eres la paz, y yo soy la contienda;
tú eres la luz, la noche va conmigo...
Mis ojos, ciegos por la negra venda,
no distinguen amigo ni enemigo...

¡Pero una voz en mi interior te nombra
y dulcemente hacia tu fin me lleva,
porque tú estás en mí como en la sombra
la luz celeste de la aurora nueva!

miércoles

El hombre y la sombra. (Poema: Medardo Ángel Silva)



A los que hemos mirado –en una noche horrenda–
a nuestra cabecera la faz de la Ignorancia,
puesto que comprendimos, se nos cayó la venda
y tenemos la ciencia de la sonrisa helada.

Y vimos –presentimos más– la cosa estupenda
y la tiniebla en que se hundirá nuestra nada
y la noche absoluta en la perdida senda
sin amores, sin albas, sin fin de la jornada.

No obstante, cautelosos, en nuestra ceguedad,
vamos hacia la fuente de Piedad y Verdad...
¡Pero el mayor suplicio es ignorar el puerto

y, en la tormenta hostil que nuestro sueño enluta,
al ser como un navío, cuyo piloto muerto
y aferrado al timón, no puede darle ruta!

martes

Soneto de otoño. (Poema: Medardo Ángel Silva)



¡De nuevo son las rosas de Octubre, Otoño mío...!
Han escondido el sol en una cueva obscura...
y los pálidos dedos del inmortal Hastío
estrujan –rosa seca– mi pasada ventura.

¡Lacerante recuerdo de la extinta dulzura
que torna vanamente al corazón vacío...!
Perdimos el sendero y la noche perdura
–¡la noche!– y aún no brilla tu luminar, ¡Dios mío!

Los años son guirnalda florecida
–pensamos– una fiesta es nuestra vida...
E hicimos una fiesta de toda ella...

Pero sonó el Destino inexorable su hora
y el brusco despertar nos anunció la aurora
verdadera, la aurora sin flor y sin estrella.

lunes

Inter umbra. (Poema: Medardo Ángel Silva)



¡Cómo estás en tu negro calabozo de arcilla,
en vigilia perenne sepulta, oh, alma mía!,
¡en el fango del mundo hincada la rodilla,
tú que eres toda luz y gracia y harmonía!

¡Gota azul de la sangre divina de los astros,
que el Destino virtió en un ánfora pobre!
¡Arquitectura eximia de oros y alabastros
hundida para siempre en el mar salobre...!

En el confín rosado ya se anuncia la hora...
Gabriel mueve sus alas en el campo celeste...
¡vuelve desde tu noche a la límpida aurora
y que sepan los astros el color de tu veste!

domingo

De profundis clamavi. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Señor, ved nuestras almas, en sus duros encierros
donde no hacen la luz vagas filosofías,
vírgenes arrojadas desnudas a los perros
cuando apenas se encienden las rosas de sus días.

En vano no hemos buscado, por diversos caminos,
la ruta azul que lleva a la ideal Bizancio...
Y hoy vamos hacia el puerto de tus brazos divinos,
pobres de voluntad y exangües de cansancio...

A idolatrías locas nuestro amor ofrendamos,
cuando Placer y Vida creímos infinitos...
Y hoy, a tus pies, aquellos despojos arrojamos,
atados con la cinta de los sueños marchitos.

sábado

Las alas rotas. (Poema: Medardo Ángel Silva)



En antiguas orgías cuerpos y almas servimos
a los siete lobeznos de los siete pecados;
la vid de la Locura de sus negros racimos;
exprimió en nuestras bocas los vinos condenados.

Pálidas majestades sombrías y ojerosas,
lánguidos oficiantes de pintadas mejillas
se vieron coronados de nuestras frescas rosas
y en la Misa del Mal doblamos las rodillas...

¡Y acabadado el festín –al ensayar el vuelo
hacia el puro Ideal– como heridas gaviotas
las almas descendieron al putrefacto suelo,
asfixiadas de luz y con las alas rotas!
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