domingo

Poema: XII (Manuel Acuña)


¡Ah, gloria! ¡De qué me sirve
tu laurel mágico y santo,
cuando ella no enjuga el llanto
que estoy vertiendo sobre él!
¡De que me sirve el reflejo
de tu soñada corona,
¡cuando ella no me perdona
ni en nombre de ese laurel!

La que a la luz de sus ojos
despertó mi pensamiento,
la que al amor de su acento
encendió en mi la pasión;
muerta para el mundo entero
y aun para ella misma muerta,
solamente está despierta
dentro de mi corazón.

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