Una novia en la playa...
Una vela en el mar...
Los péndulos de hojas,
que cuelgan del cocal,
tararean, ean, ean,
la Oración del Jamás.
Las gaviotas se cimbran
en el vuelo fugaz
con que las lleva al nido
la luz crepuscular.
Rojas brasas las rocas
queman la flor de sal,
que polvoreó sobre ellas
la salobre humedad.
Errante nube tiende
su pañolón de holán,
con que Dios en el cielo
limpia el azul cristal.
No hay espuma en la lenta
onda que viene y va.
Ni la brisa sahúma
la desmayada paz.
Lloran, bajo la tarde,
su triste soledad,
una novia en la playa
y una vela en el mar.
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