Allá van, recatando en la sombra
la faz macilenta,
en que el miedo, fantasma impalpable,
grabara sus huellas.
Ellos son: los que ayer, pregonando
con tonos vibrantes su amor a la idea,
nos hablaron de nobles anhelos,
de alientos viriles, de heroicas empresas.
Ora brama sin vallas ni diques
la furia del déspota,
y ellos callan, los fuertes, los puros,
y abaten y rasgan la hermosa bandera
que juraron en días mejores
mantener triunfadora y enhiesta.
¡Patria! ¡Patria! Tus hijos te olvidan,
tus hijos te niegan,
mientras lloras con llanto de fuego
y claman venganza tus crueles afrentas.
Cuando pasen las horas terribles;
cuando lleguen las horas serenas;
si Borinquen soporta la injuria;
si Borinquen perdona la ofensa;
los que yen con desprecio profundo
rugir desbordadas las iras del César,
mirarán a la pobre Borinquen
con honda tristeza.
¿Dónde irán los que sienten al rostro
en olas de sangre subir la vergüenza
¿A qué climas remotos y extraños
cual ave que pierde su nido y su selva
llevará, con angustia infinita, su canto el poeta?
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