Dios puso en los abismos del espacio
esos vapores tenues,
que, en nube convertidos, se coloran
con tinta suave cuando el alba viene.
La nube engendra el rayo
que esparce por doquier estrago y muerte:
¡culpad a Dios, que derramó en la altura
del huracán el germen!
Dios puso en el cerebro esas ideas
que poderosas crecen
y, comprimidas sin piedad, estallan
soberbias, indomables y rebeldes.
La rebelión engendra
brisas de fuego y ráfagas de muerte:
¡culpad a Dios que puso en el cerebro
del huracán el germen!
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