Y desperté de súbito,
y busqué enajenado
el ángel adorado
de mi ternura objeto y de mi amor.
Pero en silencio lúgubre,
y en soledad y calma
estaba todo; y mi alma
fue presa de inquietud y de dolor.
Me levanto frenético,
a mi adorada llamo;
el eco a mi reclamo
retumbando tan solo respondió.
Y triste, y melancólico,
mi consuelo buscando,
voy lento meditando
las penas en que el cielo me arrojó.
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