En su duro letargo concentrada,
redonda, como el cráneo de un gigante,
la piedra en la vereda perfumada
es verruga enigmática y punzante.
Quieta, sintió la alegre carcajada,
y el temblor de la carne rozagante,
de la muchacha frágil y cansada
que llegó con el cántaro jadeante.
La piedra suda un ansia negra y blonda.
En lo profundo de su entraña honda
un sueño se arrebuja perezoso.
"¡Moisés, Moisés, la turba está sedienta;
tócame con tu vara, que revienta
el manantial de liquido precioso!"
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