A noche, mientras ardía
la caseta de consumos,
describiendo tantas curvas
como una barca sin rumbo
aproximóse a nosotros
un Demóstenes presunto
y nos obsequió galante
con este bello discurso:
-¿Ven ustedes esas llamas?
Hay muy cerca un río enjuto,
que es, enfrente del siniestro,
un sarcasmo y un insulto.
Pues yo tengo en el estómago,
-y jamás lo disimulo-
un incendio más terrible,
sin cenizas y sin humo,
que se burla de las bombas
y desdeña el acueducto.
Y este fuego no se apaga
ni con todo el ron del mundo.
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