jueves

Poema: Horas negras (Antonio Plaza)


Coplero a quien inspira el desencanto,
trovador sin futuro y sin amores,
sobre la tumba de mis sueños canto
al colocar mi búcaro de flores.

Odia el mundo mi canto descreído,
el estigma social tiznó mi frente...
cárabo del dolor, cada gemido
me concita el sarcasmo de la gente.

Sin luz el alma la ilusión desdeña,
el pesar no la irrita ni la abate,
y ni la frente envejecida sueña,
y ni el leproso corazón me late.

Repugna a todos mi fatal delirio
repelen todos mi sufrir eterno,
que brilla en mi aureola de martirio
la fatídica flama del infierno.

Devorado por negra pesadumbre
lanzo en vez de sollozos carcajadas;
porque de infame crápula en la lumbre
arrojé mis creencias adoradas.

En aras de la fe vertí mi llanto;
perdida ya la fe, busqué la orgía;
pero el vicio acreció mi desencanto,
y el vicio, la virtud, todo me hastía.

A mi gastado corazón de lodo
nada, en fin, es capaz de conmoverlo,
y perezoso, indiferente a todo
no puedo ser feliz, ni quiero serlo.

Mi vida ha sido decepción horrible,
el mundo sin piedad ha envenenado
mi corazón que, un tiempo tan sensible,
no sufre al encontrar un desgraciado.

Y si me duelo del dolor ajeno
mi risa burla ese dolor profundo,
que si a mi corazón queda algo bueno
me da vergüenza que lo sepa el mundo.

Cuando la pena torturó mi vida,
la cruda pena la insulté yo mismo,
porque soberbio disfracé la herida
con el torpe descaro del cinismo.

En el albor de juventud sensible
amaba todo, porque fui creyente
yo deliré buscando lo imposible
y de mentiras se pobló mi frente.

Yo combatí con ánimo esforzado
contra la saña de mi suerte adversa;
pero en la lucha atleta fatigado,
sentí agotarse mi gigante fuerza.

Me presentó pensiles engañosos
en su espejo ese mundo fementido,
cual presenta cambiantes primorosos
débil burbuja en su cristal fingido.

yo también la ilusión vestí de gala
del placer en los cármenes risueños,
yo también de Jacob fijé la escala
para subir al mundo de los sueños.

Soñé con la virtud cándidos lirios
y quise, necio, de ilusión beodo,
subir a la región de los delirios;
pero al querer subir, caí en el lodo.

Yo rebusqué sediento de placeres,
de amistad y de amor las emociones,
y turbas mil de amigos y mujeres
vinieron a matar mis afecciones.

Al ver mis sentimientos chasqueados
burlé yo mismo mi amoroso empeño,
y ya no alcé castillos encantados
sobre la base efímera del sueño.

De mi pobre ilusión asesinada
los restos profanó mi ánima impía;
porque el cadáver de mi fe burlada
alumbré con las luces de la orgía.

Y di culto a ese mundo estrafalario,
y en mi gastada juventud inquieta,
vestido de arlequín subí al calvario
y empapé con mi llanto la careta.

En irritantes goces crapulosos
escarneciendo mi penar ingente,
hice cabriolas y tragué sollozos,
y lleno de ira divertí a la gente.

Mas penitente ya, sufro callando
y consumido de letal tristeza,
por la vía dolorosa voy cargando
la ridícula cruz de mi pobreza.

Histrión a quien el mundo no perdona,
héroe de carnaval, mártir maldito,
un birrete de loco es mi corona
y por túnica llevo un sambenito.

Y nutrido de negras decepciones,
avergonzado en mi vejez, reniego
del enjambre de locas ilusiones
que acarició mi juventud de fuego.

Ilusiones brillantes halagaban
a mi edad juvenil que yo maldigo,
y sediento de gloria me agitaban
sueños de rey en lecho de mendigo.

Soñé en la gloria con delirio tanto,
fue tal la audacia de la mente loca,
que la gloria de Dios, único y santo,
a mi osada ambición pareció poca.

Más Dios abate mi soberbia rara,
y encuentro justa la expiación severa;
que si la gloria que soñé alcanzara
Satanás vencedor acaso fuera.

Fue mi sueño una ráfaga ilusoria;
no existe ese laurel que busqué loco,
que para darme mi imposible gloria
el orbe es nada, lo infinito poco

Para pedir la gloria que yo anhelo
es débil, impotente la palabra;
que desván estorboso encuentro el cielo
do el pensamiento audaz se descalabra.

Ya no me importa mi dolor presente,
ya no me importa mi dolor pasado,
el porvenir lo espero indiferente...
lo mismo es ser feliz que desgraciado.

Sólo ambiciono de fastidio yerto,
cansado ya de perdurable guerra,
el acostarme en mi cajón de muerto
dormir en paz debajo de la tierra.

miércoles

Poema: No te olvido (Antonio Plaza)


¿Y temes que otro amor mi amor destruya?
qué mal conoces lo que pasa en mí;
no tengo más que un alma, que es ya tuya,
y un solo corazón, que ya te di.

¿Y temes que placeres borrascosos
arranquen ¡ay! del corazón la fe?
Para mi los placeres son odiosos;
en ti pensar es todo mi placer.

Aquí abundan mujeres deslumbrantes,
reinas que esclavas de la moda son,
y ataviadas de sedas y brillantes,
sus ojos queman, como quema el sol.

De esas bellas fascinan los hechizos,
néctar manan sus labios de carmín;
mas con su arte y su lujo y sus postizos,
ninguna puede compararse a ti.

A pesar de su grande poderío,
carecen de tus gracias y virtud,
y todas ellas juntas, ángel mío,
valer no pueden lo que vales tú.

Es tan ingente tu sin par pureza,
y tan ingente tu hermosura es,
que alzar puede su templo la belleza
con el polvo que oprimes con tu pie.

Con razón me consume negro hastío
desde que te hallas tú lejos de aquí,
y con razón el pensamiento mío
sólo tiene memoria para ti.

Yo pienso en ti con ardoroso empeño,
y siempre miro tu divina faz,
y pronuncio tu nombre cuando sueño.
Y pronuncio tu nombre al despertar.

Si del vaivén del mundo me retiro,
y ávido de estudiar quiero leer,
entre las letras ¡ay! tu imagen miro,
tu linda imagen de mi vida ser.

Late por ti mi corazón de fuego,
te necesito como el alma a Dios;
eres la virgen que idolatro ciego;
eres la gloria con que sueño yo.

martes

Poema:Flor de un día (Antonio Plaza)


Yo di un eterno adiós a los placeres
cuando la pena doblegó mi frente,
y me soñé mujer, indiferente
al estúpido amor de las mujeres.

En mi orgullo insensato yo creía
que estaba el mundo para mí desierto,
y que en lugar de corazón tenía
una insensible lápida de muerto.

Mas despertaste tú mis ilusiones
con embusteras frases de cariño,
y dejaron su tumba las pasiones,
y te entregué mi corazón de niño.

No extraño que quisieras provocarme,
ni extraño que lograras encenderme;
porque fuiste capaz de sospecharme,
pero no eres capaz de comprenderme.

¿Me encendiste en amor con tus encantos,
porque nací con alma de coplero,
y buscaste el incienso de mis cantos?...
¿me crees, por ventura, pebetero?

No esperes ya que tu piedad implore,
volviendo con mi amor a importunarte;
aunque rendido el corazón te adore,
el orgullo me ordena abandonarte.

Yo seguiré con mi penar impío,
mientras que gozas envidiable calma;
tú me dejas la duda y el vacío,
y yo, en cambio, mujer, te dejo el alma.

Porque eterno será mi amor profundo,
que en ti pienso constante y desgraciado,
como piensa en la vida el moribundo,

como piensa en la gloria el condenado.

lunes

Poema: La Noche (Manuel María Flores)


¡Salve, noche sagrada! Cuando tiendes
desde el éter profundo
bordada con el oro de los astros
tu lóbrega cortina sobre el mundo;
cuando, vertiendo la urna de la sombra,
con el blando rocío de los beleños
vas derramando en la Creación dormida
las negras flores de los vagos sueños,
el fúnebre silencio y la honda clama
que a los misterios de no ser convida,
entonces, como flor de las tinieblas,
para vivir en ti, se abre mi alma.

Hermosa eres ¡Oh noche!
Hermosa cuando límpida, serena,
Rivalizando con el mismo día,
Rueda tu luna llena,
Joya de Dios, en la región vacía;
Hermosa cuando opaca,
Esa luna, ya triste, se reclina
En la argentada nube
Que apenas, melancólica, ilumina,
Tan apacible en su divina calma
Que, viéndola, los ojos se humedecen
Y, sin saber por qué, suspira el alma.

Hermosa cuando negra
Como el seno del caos, la eterna sombra,
Insondable y desierta,
Chispea de estrellas, que alumbran parecen,
Pálidos cirios, a la tierra muerta.
¡Y más hermosa aún, cuando agitando
su densa cabellera de tinieblas
trenzadas con el rayo, la tormenta
borra los astros y fulgura y brama,
y azotando los cielos con la llama
del relámpago lívido, revienta!

Entonces, sólo entonces, el aliento
Del huracán que ruge embravecido,
Al rasgar la centella el firmamento,
Al estallar el trueno, es cuando siento
Latir mi corazón, latir henchido
De salvaje embriaguez . . . Quieren mis ojos
Su mirada cruzar fiera y sombría
Con la mirada eléctrica del rayo,
Fatídica también. . Mi pecho ansía
Aspirar en tu atmósfera de fuego
Tu aliento, tempestad . . . ¡Y que se pierda
La ardiente voz de mi agitado seno
En la explosión magnífica del trueno!

¡Quiero sentir que mi cabello azota
la ráfaga glacial; quiero en mi frente
un beso de huracán, y que la lluvia
venga a mezclar sus gotas con la gota
en que tal vez mi párpado reviente!

Noche de tempestad, noche sombría,
¿acaso tú no eres
la imagen de lo que es el alma mía?
Tempestad de dolores y placeres,
Inmenso corazón en agonía. . .

También así, como en sereno cielo
De blanca luz y fúlgidas estrellas,
Miré pasar en delicioso vuelo,
Como esas nubes que argentó la luna,
Fantásticas y bellas
Mis quimeras de amor y de fortuna.
Y así también, de pronto, la tiniebla
Mis astros apagó, rasgó la nube
Cárdeno rayo en explosión violenta,
Y en mi alma desataron
El dolor y la duda su tormenta.

¿Quién como yo sintió? ¿Quién de rodillas
cayó temblando de pasión ante Ella
¿Quién sintiendo corres por sus mejillas
el llanto del amor, en ese llanto
mojó los besos que dejó en su huella?
¿Quién como yo, mirando realizada
la ansiada dicha que alcanzó el empeño,
al irla a disfrutar vio disiparse
en la sombra, en la nada,
la mentira de un sueño?
¿Quién de la vida al seductor banquete
llegó jamás con juventud más loca?
La copa del festín ¿quién más acerba
Apartó de su boca?

¿Quién como yo ha sentido
para tanto dolor el seno estrecho,
y de tanto sollozo comprimido
dolerle el corazón dentro del pecho?
¿Quién a despecho de su orgullo de hombre
ha sentido, cual yo, del alma rota
brotar la acerba gota
de un escondido padecer sin nombre?
¿Quien, soñador maldito,
al quemar, como yo, sus dioses vanos,
por sofocar del corazón el grito
se apretó el corazón con ambas manos?
¿Quién como yo, mintiendo indiferencia
y hasta risas y calma,
atraviesa tan solo la existencia
con una tempestad dentro del alma?

¿Quien busca, como yo, tus muertas horas
¡oh, noche! Y tus estrellas,
fingiendo que son ellas
las lágrimas de luz con que tú lloras?
¿Quién ama como yo tu sombra muda,
tu paz de muerte, y el silencio grave,
a quien la voz de los misterios diste,
y tus suspiros que las auras llevan,
y tu mirada de luceros triste?

Mi alma es la flor, la flor de las tinieblas,
El cáliz del amor y los dolores,
Y se abre, ¡oh, noche! En tu regazo frío,
Y espera, así como las otras flores,
Tu bienhechor rocío.

Hijo yo del dolor, tu negra clama
Es el mejor abrigo,
Para ver en la sombra, sin testigo,
Una noche en el cielo, otra en el alma.

domingo

Poema: Francesa (Manuel María Flores)

:

- La tierra en donde vi la luz primera
es vecina del golfo en que suspende
el Po, ya fatigado, su carrera.

Amor, que sin sentir el alma prende,
A éste prendó del don, que arrebatado
Me fue de modo que aun aquí me ofende.

Amor, que obliga a amar al que es amado,
Juntónos a los dos con red tan fuerte
Que para siempre ya nos ha ligado.

Amor hiriónos con terrible suerte;
Y está Caín de entonces esperando
Aquí al perverso que nos dio la muerte.

Palabras tan dolientes escuchando
Incliné sobre el pecho la cabeza,
-¿en qué - dijo el Poeta- estás pensando?-

Y respondí, movido de tristeza
-¡Ay de mí! ¡Cuánto bello pensamiento,
Cuánto sueño de amor y de terneza

Los condujeron al fatal momento! -
Y vuelto a ellos -¡Oh, Francesca! - dije -,
Al corazón me llega tu lamento;

Y de tal modo tu dolor me aflige,
Que las lágrimas bañan mi semblante.
Pero tu triste voz a mí dirige,

Y dime de qué modo, en cuál instante,
Cuando tan dulcemente suspirábais,
Y en el fondo del alma, vacilante,

Tímido aún vuestro deseo guardábais.
¿Dime de qué manera inesperada
os reveló el Amor que os adorábais? -

Ella me respondió: - ¡Desventurada!
¡No hay pena más aguda, más impía,
Que recordar la dicha ya pasada

En medio de la bárbara agonía
De un presente dolor! . . . Y esa tortura
La conoce muy bien el que te guía.

Mas ya que tu piedad saber procura
El cómo aquel amor rasgó su velo,
Llorando te diré mi desventura.

Leíamos con quietud y grato anhelo
De Lancelote el libro cierto día,
Solos los dos y sin ningún recelo.

Leíamos . . . y en tanto sucedía
Que dulces las miradas se encontraban
Y el color del rostro se perdía.

Un solo punto nos venció. Pintaban
Cómo, de la ventura en el exceso,
En los labios amados apagaban

Los labios del amante, con un beso,
La dulce risa que a gozar provoca.
Y entonces éste, que a mi lado preso

Para siempre estará, con ansia loca
Hizo en su frenesí lo que leía . . .
Temblando de pasión besó mi boca . . .

Y no leímos más en aquel día.

sábado

Poema: UN BESO NADA MÁS ( Manuel María Flores)


Bésame con el beso de tu boca,
cariñosa mitad del alma mía:
un solo beso el corazón invoca,
que la dicha de dos... me mataría.

¡un beso nadamás!... Ya su perfume
en mi alma derramándose la embriaga
y mi alma por tu beso se consume
y por mis labios impaciente vaga.

¡Júntese con la tuya!... Ya no puedo
lejos tenerla de tus labios rojos...
¡Pronto... dame tus labios!... ¡tengo miedo
de ver tan cerca tus divinos ojos!
Hay un cielo, mujer en tus abrazos,
siento de dicha el corazón opreso...
¡Oh! ¡sosténme en la vida de tus brazos
para que no me mates con tu beso!

viernes

Poema: BAJO LAS PALMAS (Manuel María Flores)


Morena por el sol de mediodía
que en llama de oro fúlgido la baña,
es la agreste beldad del alma mía,
la rosa tropical de la montaña.

Dióle la selva su belleza ardiente;
dióle la palma su gallardo talle;
en su pasión hay algo del torrente
que se despeña desbordado al valle.

Sus miradas son luz, noche sus ojos;
la pasión en su rostro centellea,
y late el beso entre sus labios rojos
cuando desmaya su pupila hebrea.

Me tiembla el corazón cuando la nombro;
cuando sueño con ella, me embeleso;
y en cada flor con que su senda alfombro
pusiera un alma como pongo un beso.

Allá en las soledad, entre las flores,
nos amamos sin fin a cielo abierto,
y tienen nuestros férvidos amores
la inmensidad soberbia del desierto.

Ella, regia, la beldad altiva,
soñadora de castos embelesos,
se doblega cual tierna sensitiva
al aura ardiente de mis locos besos.

Y tiene el bosque voluptuosa sombra,
profundos y selvosos laberintos,
y grutas perfumadas, con alfombra
de eneldos y tapices de jacintos.

Y palmas de soberbios abanicos
mecidos por los vientos sonoros,
aves salvajes de canoros picos
y lejanos torrentes caudalosos.

Los naranjos en flor que nos guarecen
perfuman el ambiente, y en su alfombra 
un tálamo los musgos nos ofrecen
de las gallardas palmas a la sombra.

Por pabellón tenemos la techumbre
del azul de los cielos soberano,
y por antorcha de himeneo la lumbre
del espléndido sol americano.

Y se oyen tronadores los torrentes 
y las aves salvajes en conciertos,
en tanto celebramos indolentes
nuestros libres amores del desierto.

Los labios de los dos, con fuego impresos,
se dicen en secreto de las almas;
después . . . desmayan lánguidos los besos . . .
y a la sombra quedamos de las palmas.

jueves

Poema: ADORACIÓN ( Manuel María Flores)



Como al ara de Dios llega el creyente,
trémulo el labio al exhalar el ruego,
turbado el corazón, baja la frente,
así, mujer, a tu presencia llego.

¡No de mí apartes tus divinos ojos!
Pálida está mi frente de dolores;
¿para qué castigar con tus enojos
al que es tan infeliz con tus amores?

Soy un esclavo que a tus pies se humilla
y suplicante tu piedad reclama,
que con las manos juntas se arrodilla
para decir con miedo. . . que te ama!

¡Te ama! Y el alma que el amor bendice,
tiembla al sentirle como débil hoja.
¡Te ama! y el corazón cuando lo dice
en yo no se qué lagrimas se moja.

¡Perdóname este amor! A mí ha venido
como la luz a la pupila abierta,
como viene la música al oído,
como la vida a la esperanza muerta.

Fue una chispa de tu alma desprendida
en el beso de luz de tu mirada
que al abrazar mi corazón en vida
dejó mi alma a la tuya desposada.

Y este amor es el aire que respiro,
ilusión imposible que atesoro
inefable palabra que suspiro
y dulcísima lágrima que lloro.

Es el ángel espléndido y risueño
que con sus alas en mi frente toca,
y que deja - ¡perdóname, es un sueño!
El beso de los cielos en mi boca.

Mujer, mujer . . . mi corazón de fuego
de amor no sabe la palabra santa,
pero palpita en el supremo ruego
que vengo a sollozar ante tu planta.

¿No sabes que por sólo las delicias
de oír el canto que tu voz encierra,
cambiara yo, dichoso, las caricias
de todas las mujeres de la tierra?

¿Que por seguir tu sombra, mi María,
sellando el labio a la importuna queja,
de lágrimas y besos cubriría
la leve huella que tu planta deja?

¿Que por oír en cariñoso acento
mi pobre nombre entre tus labios rojos,
para escucharte detendré mi aliento,
para mirarte me pondré de hinojos?

¿Que por sentir en mi dichosa frente
tu dulce labio con pasión impreso,
te diera yo, con mi vivir presente,
toda mi eternidad . . . por sólo un beso?

Pero si tanto amor, delirio tanto,
tanta ternura ante mis pies traída,
empapada con gotas de mi llanto,
formada con la esencia de mi vida;
si este grito de amor, íntimo, ardiente,
no llega a ti . . . si mi pasión es loca,
perdona los delirios de mi mente,
perdona las palabras de mi boca.

Y ya no más mi ruego sollozante
irá a turbar tu indiferente calma . . .
Pero mi amor hasta el postrer instante
te daré con las lágrimas del alma.

miércoles

Poema: EN EL BAÑO (Manuel María Flores)


Alegre y sola en el recodo blando
que forma entre los árboles el río
al fresco abrigo del ramaje umbrío
se está la niña de mi amor bañando.

Traviesa con las ondas jugueteando
el busto saca del remanso frío,
y ríe y salpica el glacial rocío
el blanco seno, de rubor temblando.

Al verla tan hermosa, entre el follaje
el viento apenas susurrando gira,
slata trinando el pájaro salvaje,

el sol más poco a poco se retira;
todo calla... y Amor, entre el ramaje,
a escondidas mirándola, suspira.

martes

Poema: SOÑABA (Manuel María Flores)


Soñaba yo: mis párpados henchidos
de lágrimas sentía;
soñé que estabas en la tumba, muerta,
y muerta te veía...
Era un sueño no más , pero despierto
lloraba todavía.

Estaba yo soñando, y por la cara,
el llanto me corría;
soñé que te arrancaba de mi lado
alguno, vida mía...
Era un sueño no más, pero despierto
lloraba todavía.

Soñaba yo... Me ahogaban los sollozos,
el llanto me bebía...
Estaba yo soñando que me amabas,
¡soñando que eras mía!
Era un sueño no más, no más que un sueño,
y lloro, más que nunca, todavía!

lunes

Poema: SOÑANDO (Manuel María Flores)


Anoche te soñaba, vida mía,
estaba solo y triste en mi aposento,
escribía... no sé qué; mas era algo
de ternura, de amor, de sentimiento.
Porque pensaba en ti. Quizás buscaba
la palabra más fiel para decirte
la infinita pasión con que te amaba.

De pronto, silenciosa,
una figura blanca y vaporosa
a mi lado llegó... Sentí en mi cuello
posarse dulcemente
un brazo cariñoso, y por mi frente
resbalar una trenza de cabello.
Sentí sobre mis labios
el puro soplo de un aliento blando,
alcé mis ojos y encontré los tuyos
que me estaban, dulcísimos, mirando.
Pero estaban tan cerca que sentía
en yo no sé que plácido desmayo
que en la luz inefable de su rayo
entraba toda tu alma hasta la mía.

Después, largo, süave
y rumoroso apenas, en mi frente
un beso melancólico imprimiste,
y con dulce sonrisa de tristeza
resbalando tu mano en mi cabeza
en voz baja, muy baja, me dijiste:
-"Me escribes y estás triste
porque me crees ausente, pobre amigo;
pero ¿no sabes ya que eternamente
aunque lejos esté, vivo contigo?"
......................................
Y al despertar de tan hermoso sueño
sentí en mi corazón plácida calma;
y me dijiste: es verdad... ¡eternamente!...
¿cómo puede jamás estar ausente
la que vive inmortal dentro del alma?

domingo

Poema-. ADIÓS (Manuel María Flores)


Adiós para siempre, mitad de mi vida,
un alma tan sólo teníamos los dos;
mas hoy es preciso que esta alma divida
la amarga palabra del último adiós.

¿Por qué nos separan? ¿No saben acaso
que pasa la vida cual pasa la flor?
cruzamos el mundo como aves de paso...
mañana la tumba, ¿por qué hoy el dolor?

¿La dicha secreta de dos que se adoran
enoja a los cielos, y es fuerza sufrir?
¿Tan sólo son gratas las almas que lloran
al torvo destino?... ¿La ley es morir?...

¿Quién es el destino?... Te arroja a mis brazos,
en mi alma te imprime, te infunde en mi ser,
y bárbaro luego me arranca a pedazos
el alma y la vida contigo... ¿por qué?

Adiós... es preciso. No llores... y parte.
La dicha de vernos nos quitan no más;
pero un solo instante dejar de adorarte,
hacer que te olvide, ¿lo pueden? ¡Jamas!

Con lazos eternos nos hemos unido;
en vano el destino nos hiere a los dos...
¡las almas que se aman no tienen olvido,
no tienen ausencia, no tiene adiós!

viernes

Poema: AMÉMONOS (Manuel María Flores)


Buscaba mi alma con afán tu alma,
buscaba yo la virgen que mi frente
tocaba con su labio dulcemente
en el febril insomnio del amor.

Buscaba la mujer pálida y bella
que en sueño me visita desde niño,
para partir con ella mi cariño,
para partir con ella mi dolor.

Como en la sacra soledad del templo
sin var a Dios se siente su presencia,
yo presentí en el mundo tu existencia,
y, como a Dios, sin verte, te adoré.

Y demandando sin cesar al cielo
la dulce compañera de mi suerte,
muy lejos yo de ti, sin conocerte
en la ara de mi amor te levanté.

No preguntaba ni sabía tu nombre,
¿En dónde iba a encontrarte? lo ignoraba;
pero tu imagen dentro el alma estaba,
más bien presentimiento que ilusión.

Y apenas te miré... tú eras ángel
compañero ideal de mi desvelo,
la casta virgen de mirar de cielo
y de la frente pálida de amor.

Y a la primera vez que nuestros ojos
sus miradas magnéticas cruzaron,
sin buscarse, las manos se encontraron
y nos dijimos "te amo" sin hablar

Un sonrojo purísimo en tu frente,
algo de palidez sobre la mía,
y una sonrisa que hasta Dios subía...
asi nos comprendimos... nada más.

¡Amémonos, mi bien! En este mundo
donde lágrimas tantas se derraman,
las que vierten quizá los que se aman
tienen yo no sé que de bendición.
dos corazones en dichoso vuelo;
¡Amémonos, mi bien! Tiendan sus alas
amar es ver el entreabierto cielo
y levantar el alma en asunción.

Amar es empapar el pensamiento
en la fragancia del Edén perdido;
amar es... amar es llevar herido
con un dardo celeste el corazón.
Es tocar los dinteles de la gloria,
es ver tus ojos, escuchar tu acento,
en el alma sentir el firmamento
y morir a tus pies de adoración.

jueves

Poema: 2 (Manuel María Flores)


Mas no soy para ti... ¡Si entre tus brazos
la suerte loca me arrojara un día,
al terrible contacto de tus labios
tal vez mi corazón... se rompería!

Nunca será... Para mi negra vida
la inmensa dicha del amor no existe...
sólo nací para llevar en mi alma
todo lo que hay de tempestuoso y triste.

Y quisiera morir... ¡pero en tus brazos,
con la embriaguez de la pasión más loca,
y que mi ardiente vida se apagara
al soplo de los besos de tu boca

miércoles

Poema: 1 (Manuel María Flores)


Tú pasas... y la tierra voluptuosa
se estremece de amor bajo tus huellas,
se entibia el aire, se perfuma el prado
y se inclinan a verte las estrellas.

Quisiera ser la sombra de la noche
para verte dormir sola y tranquila,
y luego ser la aurora... y despertarte
con un beso de luz en la pupila.

Soy tuyo, me posees... un solo átomo
no hay en mi ser que para ti no sea:
dentro de mi corazón eres latido,
y dentro de mi cerebro eres idea.

martes

Poema: PASIÓN (Manuel María Flores)


¡Hablame! Que tu voz, eco del cielo,
sobre la tierra por doquier me siga...
con tal de oir tu voz, nada me importa
que el desdén en tu labio me maldiga.

¡Mírame!... Tus miradas me quemaron,
y tengo sed de ese mirar, eterno...
por ver tus ojos, que se abrase mi alma
de esa mirada en el celeste infierno.

¡Amame!... Nada soy... pero tu diestra
sobre mi frente pálida un instante,
puede hacer del esclavo arrodillado
el hombre rey de corazón gigante.

lunes

Poema: LA FORTUNA (Manuel María Flores)



En su curso voluble la Fortuna
todo cuanto me diera me quitó;
Y la Miseria pálida y hambrienta
el umbral de mi puerta se sentó.

Y llegó la Amistad la que en un día
el festín de mis dichas presidió-
y aunque le dije ven, ella, espantada
al ver aquel espectro, se alejó.

Amor llegó también... Sellé mi labio,
porque temí que se alejara Amor;
pero él sin vacilar, bañado en lágrimas,
vino a mi presuroso... y me abrazó.

Y la Miseria pálida y hambrienta
que al umbral de mi puerta se sentó
a la luz de aquel ángel que lloraba,
ella... ¡la horrible harpía!... se embelleció.


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