martes

Poema: XIV. Los nahuales (Manuel José Othón)



¡Sús, Vaquero Marcial! De nuestra boca
los conjuros oirás: aunque en la brega
quedaste vencedor, siempre a ti llega
de los hombres la voz que te provoca.

¡Por donde quiera el mal! Tu mano toca
las campiñas también. Ya en ronda ciega
el coro de las brujas se despliega
de ti en derredor, sobre 1a abrupta roca.

Hijas sois de 1a víbora y el sapo:
de vuestro hediondo seno sacad presto
las efigies ridículas de trapo. . .

¡Oh, representación de los mortales!
mostrad aquí vuestro asombrado gesto
en la danza infernal de los nahuales.

lunes

Poema: XIII. Las brujas (Manuel José Othón)



-Todas las noches me convierto en cabra
para servir a mi señor el chivo,
pues, vieja ya, del hombre no recibo
ni una muestra de amor, ni una palabra.

-Mientras mi esposo está labra que labra
el terrón, otras artes yo cultivo.
¿Ves? Traigo un niño ensangrentado y vivo
para la cena trágica y macabra.

-Sin ojos, pues así se ve en lo oscuro,
como ven los murciélagos, yo vuelo
hasta escalar del camposanto el muro.

-Trae un cadáver frío como el hielo.
Yo a los hombres daré del vino impuro
que arranca la esperanza y el consuelo.

domingo

Poemas: XII. Intermezzo (Manuel José Othón


Vamos al aquelarre. En la sombría
cuenca de la montaña, las inertes
osamentas se animan a los fuertes
gritos que arroja la caterva impía.

Van llegando sin Dios y sin María,
présagos de catástrofes y ~muertes...
Pienso que el cielo llora. . . ¿No lo adviertes?
Venus es una lágrima muy fría.

Tras nahuales y brujas el coyote
ulula clamoroso, y aletea,
sobre el negro peñón; el tecolote.

La lechuza silbando horrorizante
se junta a la fatídica ralea
¡y el Vaquero Marcial llega triunfante!

sábado

Poema: XI. Las aves nocturnas (Manuel José Othón)


¡A infundir con el vuelo y los chirridos
más horror en la noche, más negrura
en los antros del monte y más pavura
en las ruinas de sótanos hendidos!

¡A seguir a los pájaros perdidos
de la arboleda entre la sombra oscura
y con la garra ensangrentada y dura
a darles muerte y a asolar sus nidos!

¡A lanzar tan horrísonos acentos,
desde la cruz del viejo campanario,
que el valor más indómito se quiebre!

¡A remedar terríficos lamentos,
de dientes estridor, crujir de osario
y espasmódicos gritos de la fiebre! . . .

viernes

Poema: X. Los muertos (Manuel José Othón)


¡Piedad! ¡Misericordia! . . . Fueron vanos
tanto soberbio afán y lucha tanta.
Ay, por nosotros vuestra queja santa
levantad al Señor. ¡Orad, hermanos!

Si oyerais el roer de los gusanos
en el hondo silencio, cómo espanta,
sintierais oprimida la garganta
por invisibles y asquerosas manos.

Mas no podéis imaginar los otros
tormentos que hay bajo la losa fría:
¡la falta, la carencia de vosotros;

la soledad, la soledad impía! . . .
¡Ay, que llegue, oh Señor, para nosotros
de la resurrección el claro día!

jueves

Poema: IX. Los fuegos fatuos (Manuel José Othón)


Bajo los melancólicos sauces q
ue sombrean el fétido pantano
y en la desolación del muerto llano
sembrado de cadáveres y cruces,

se nos mira brillar, pálidas luces,
terror del habitante rusticano;
misteriosos engendros de lo arcano
envueltos en fosfóricos capuces.

Mas al beso de amor del aire puro
sobre la infecta corrupción, ileso
fulguró nuestro ser cual a un conjuro.

Que no existe lo estéril ni lo inerte
si Pan lo toca, y al brotar un beso
siempre estalla la luz, aun de la muerte.

miércoles

Poema: VIII. El grillo (Manuel José Othón)


¿Dónde hallar, oh mortal, las alegrías
que con mi canto acompañé en tú infancia?
¿Quién mide la enormísima distancia
que éstos separa de tan castos días?

Luces, flores, perfumes, armonías,
sueños de poderosa exuberancia
que llenaron de albura y de fragancia
la vida ardiente con que tú vivías,

ya nunca volverán; pero cantando,
cabe la triste moribunda hoguera,
de tu destruida tienda bajo el toldo,

hasta morir te seguiré mostrando
la ilusión, en la llama postrimera,
el recuerdo, en el último rescoldo.

martes

Poema: VII. Las estrellas (Manuel José Othón)



¿Quién dice que los hombres nos parecen,
desde la soledad del firmamento,
átomos agitados por el viento,
gusanos que se arrastran y perecen?

¡No! Sus cráneos que se alzan y estremecen
son el más grande asombrador portento:
fraguas donde se forja el pensamiento
y que más que nosotras resplandecen!

Bajo la estrecha cavidad caliza
las ideas en ígnea llamarada
fulguran sin cesar, y es, ante ellas,

toda la creación polvo y ceniza. . .
los astros son materia... casi nada...
¡y las humanas frentes son estrellas!

lunes

Poema: V. El ruiseñor (Manuel José Othón)


Oíd la campanita, cómo suena;
el toque del clarín, cómo arrebata;
las quejas en que el viento se desata,
y del agua el rodar sobre el arena.

Escuchad la amorosa cantilena
de Favonio rendido a Flora ingrata,
y la inmensa y divina serenata
que Pan modula en la silvestre avena.

Todo eso hay en mis cantos. Me enamora
la noche; de los hombres soy delicia
y paz, y entre los árboles cubierto,

sólo yo alcé mi voz consoladora,
como una blanda y celestial caricia,
cuando Jesús agonizó en el huerto.


domingo

Poema: IV. El bosque (Manuel José Othón)



Bajo las frondas trémulas e inquietas
que forman mi basílica sagrada,
ha de escucharse la oración alada,
no el canto celestial de los poetas.

Albergue fui de druidas. Los ascetas,
en mis troncos de crústula rugada,
infligieron su frente macerada
y colgaron sus harpas los profetas.

Y, en tremenda ocasión, el errabundo
viento espantado suspendió su vuelo,
al escuchar de mi interior profundo

brotar, con infinito desconsuelo,
la más grande oración que desde el mundo
se ha alzado hasta las cúpulas del cielo.

sábado

Poema: III. El harpa (Manuel José Othón)


Hay, en medio del rústico boscaje
un tronco retorcido y corpulento;
enorme roca sírvele de asiento
y frondas opulentas de ropaje.

Cuando, como a través de fino encaje,
el rayo de la luna tremulento
pasa desde el azul del firmamento,
la verde filigrana del follaje,

desbarátase en haz de vibradores
hilos de luz que tiemblan, cual tañidos
por un plectro que el céfiro menea.

¡Harpa inmensa del campo, no hay cantores
que a tus himnos respondan, ni hay oídos
que comprendan tu estrofa gigantea!

viernes

Poema: II. Intempesta nox (Manuel José Othón)


Media noche. Se inundan las montañas
en la luz de la luna transparente
que vaga por los valles tristemente
y cobija, a lo lejos, las cabañas.

Lanzas de plata en el maizal las cañas
semejan al temblar, nieve el torrente,
y se cuaja el vapor trágicamente
del barranco en las lóbregas entrañas . . .

Noche profunda, noche de la selva,
de quimeras poblada y de rumores,
sumérgenos en ti: que nos envuelva

el rey de tus fantásticos imperios
en la clámide azul de sus vapores
y en el sagrado horror de sus misterios.

jueves

Poema: I. Invitación al poeta (Manuel José Othón)


Coge la lira de oro y abandona
el tabardo, descálzate la espuela,
deja las armas que para esta vela
no has menester ni daga, ni tizona.

Si tu voz melancólica no entona
ya sus himnos de amor, conmigo vuela
a esta región que asombra y que consuela;
pero antes ciñe la triunfal corona.

Tú, que de Pan comprendes el lenguaje,
ven de un drama admirable a ser testigo.
Ya el campo eleva su canción salvaje;

Venus se prende el luminoso broche . . .
Sube al agrio peñón, y oirás conmigo
lo que dicen las cosas en la noche.

miércoles

Poema: EPITALAMIO (Manuel José Othón)



Todo, al soplar las brisas tropicales,
mueve la sangre y todo a amar provoca.
Naturaleza entera es una boca
donde palpitan besos inmortales.

Requiébranse en la rama los turpiales,
lanzando su canción alegre y loca
y, en la cortante arista de la roca,
se acarician las águilas reales.

Tálamo de las tiernas golondrinas
es el aire, del tigre la espelunca,
del triscador ganado las colinas . . .

Nada tu fuerza poderosa trunca,
pues, renaciendo tú de las ruinas,
¡oh, fecundante Amor, no mueres nunca!

martes

Poema: LA CRUZ SOLA (Manuel José Othón)


Negro el altar, la bóveda desierta,
el resplandor del moribundo día
penetra por la angosta celosía
de la alta nave sobre el muro abierta.

Allá en la triste soledad incierta
se levanta la cruz negra y sombría;
Cristo, la inmensa luz que en ella ardía,
descansa ya bajo la losa yerta.
¡Ay!, del mundo en el viaje solitario
una luz nos ayuda en lontananza
a cargar con la cruz hasta el osario.

Y cuando al mal el corazón se lanza,
así de nuestra vida en el calvario
queda la cruz y muere 1a esperanza.

lunes

Poema: A TRAVES DE LA LLUVIA ( Manuel José Othón)


Llueve. Del sol glorioso
los rayos fulgurantes
refléjanse en el agua,
cual sobre níveo tul.

Topacios encendidos
y diáfanos brillantes
destilan temblorosos,
rayando el cielo azul.

El oro de la tarde
bañado por la lluvia,
inunda todo el éter,
espléndido y triunfal;
sacude sobre el campo
su cabellera rubia,
para empaparlo en gotas
de fúlgido cristal.

La aldea, allá a lo lejos,
detrás del sembradío,
del impalpable velo
que cúbrela, a través,
su blanca torre muestra,
su alegre caserío,
enamorada siempre
del aire montañés.

Se escapan del ardiente
fogón de los jacales
penachos criniformes
de cándido algodón,
que luego demenuzan
los vientos boreales,
prendiéndolos al pico
más alto del peñón.

Agita gravemente
sobre la verde falda,
sus cien robustos brazos
el índico nopal,
que siente coronoarse
sus pencas de esmeralda
por tunas cremecinas
de grana y de coral.

Para pintar las cumbres
el sol, divino artista,
aglomeró colores
de audaz entonación:
azul de lapizlázuli,
violáceo de amatista
y rojo flameante
de ardiente bermellón.

La lluvia, que gotea
en perlas virginales,
enciende más los vivos
matices de la luz:
el sepia en los troncones,
el flavo en los jacales
y el glauco en la colgante
melena del saúz.

Son carne las canteras,
las lajas obsidiana,
es mármol y alabastro
la aguja del crestón
y son gigantes bloques
de tersa porcelana
los riscos de la sierra
que descuajó el turbión.

La tarde va cayendo,
y aún llueve. Ya declina
el sol en la montaña
su coruscante sien;
con ópalos y perlas
esmalta la colina,
irisa los picachos
con ópalos también.

El iris, sobre el cielo
que el sol poniente dora
estalla en luminosa
polícroma explosión;
de rosa y amarillo
las cúspides colora
y canta en el espacio
la universal canción.

Tendido tas la sierra,
cruzado por las gotas
de la sonante lluvia
que cae sin cesar,
es una lira etérea
de cristalinas notas
que se oye con los vientos
unísona vibrar.

Aún llueve. -El sol oculta
su agonizante disco,
dejando un horizonte
perlino y flor de lis.
Se van desvaneciendo
la cúpula y el risco,
y el sauce, sobre un vago
y enorme fondo gris.

A los arroyos mansos
el agua pura y fresca
desciende borbollante
del limpio manantial;
se quiebra con las gotas
que, en danza hechiceresca,
palpitan, bullen, saltan
sobre el azul cristal.

Y en torno dle pantano
que a poco se ennegrece,
bajo la red hojosa
que el saucedal tejió,
el fuego fatuo corre,
fulgura, palidece,
travieso duendecillo
que el fósforo engendró.

-¡Oh, lluvia alegre y buena!
tras tu fulgente velo,
ebria de luz y vida,
ve al alma aparecer
el aire alborozado,
y esplendoroso el cielo,
y el campo rebosante
de amor y de placer.

Y puede,tras tus gasas
flotantes y ligeras,
mirar, allá a lo lejos,
el labrador feliz,
cubiertas las campiñas
de blondas sementeras,
repletos los graneros
de trigo y de maíz.

¡Oh, lluvia, no decrezcas!
fecunda las simientes
que bajo el hondo surco
ya germinado están;
que son tus diminutos
aljófares lucientes,
para los campos, gloria;
para los pobres, pan.

domingo

Poema: Canto Tercero III (Manuel José Othón)

  

Si tan helada soledad impera
en el mar, en la tierra y en el cielo,
si ya no corre el límpido arroyuelo
ni se mece el rosal en la pradera,

¡ah! no pensemos que la vida muera:
amortajada con su blanco velo,
bajo la opaca crústula del hielo
una inmortal resurrección espera.

Mas ¿quien puede escuchar las misteriosas
voces que eleva en místico murmullo
el más alto seno de las cosas?

Nada sucumbe: el escondido germen,
la crisálida envuelta en su capullo,
la célula y el grano... ¡todos duermen!

sábado

Poema: Canto Tercero II ( Manuel José Othón)



¡Qué tristeza tan honda en el paisaje!
Del Norte frío al destructor aliento
suspendióse en el campo el movimiento
y gimieron los troncos y el ramaje.

Ya no hay nidos, ni cantos, ni follaje,
no se escucha un murmurio ni un acento
y apenas, junto al lago tremulento,
se oye graznar al ánade salvaje.

En las regiones de Aquilón desata
su furia y con fragor se precipita,
sin cesar, sin cesar escarcha y llueve;

mientras inmensamente se dilata
desesperante, trágica, infinita,
la sepulcral blancura de la nieve.

viernes

Poema: Canto Segundo II (Manuel José Othón)



Son las bodas campestres de las flores.
Al beso del amor, antes latente,
estremece sus ondas el ambiente,
írguense los estambres tembladores.

Se impregnan los insectos zumbadores
en el polen de oro refulgente
y al par le lleva en su regazo ardiente
el viento grácil esparciendo olores.

¡Oh, céfiro! ¡oh, abeja! ¡oh, mariposa!
¡con qué ansiedad tan pudibunda espera
vuestra llegada la naciente rosa!

Posad sobre su cáliz que el deseo
desflora, mientras canta Primavera
los eróticos cantos de Himeneo.


jueves

Poemas: Canto Tercero I ( Manuel José Othón)


En la intrincada senda, y en el rojo
peñón, y en la monótona llanura,
no queda ya ni un resto de verdura,
ni una brizna de hierba, ni un abrojo.

Tan sólo cuelga su último despojo
la seca hiedra, de la tapia obscura,
bajo la cual el ábrego murmura
y crujen las hacinas del rastrojo.

Viene la tarde cenicienta y fría
y una desolación abrumadora
se extiende sobre el monte y la alquería.

Nada se oye vivir. Sólo en la hora
del declinar tristísimo del día,
la parda grulla en el erial crotora.

miércoles

Poema: Canto Segundo (Manuel José Othón)


Resplandece la bóveda infinita
con el fuego abrasante del verano
y, en la inmensa extensión, el soberano
elemento prolífico palpita.

La vida, como el alma de Afrodita,
todo lo enciende: al hongo en el pantano,
el ave y al cuadrúpedo en el llano
y en el huerto a la humilde bellorita.

Exhalan sus aromas penetrantes
el apio y la silvestre madreselva
y el laurel odorífero retoña.

Y, el balar de los hatos trashumantes,
en lo más escondido de la selva
tañe Pan su dulcísima zampoña.


martes

Poema: POEMA DE LA VIDA III. (Manuel José Othón)


En los collados y en la selva inculta
del maternal amor se muesta el celo:
oye el ave el reclamo, deja el cielo
y acude al nido que el ramaje oculta.

Entre las hojas de la encina adulta
se siente el ensayar del primer vuelo,
y en el pico de rosa del polluelo
su pico de ámbar la torcaz sepulta.

Muge la vaca en tanto que se aleja
la cría por las quiebras del camino
y, al blando son de la amorosa queja,

tiembla, cual amapola sobre el lino,
la roja lengüecilla de la oveja
del cordero el blanco vellocino.

lunes

Poema:POEMA DE LA VIDA II (Manuel José Othón)


Estremécese el aura tremulenta
y la tierra, a los húmedos halagos,
sigue, ya sin temor a más estragos,
su fecunda labor, constante y lenta.

Doquier la vida su vigor ostenta:
festonea las lilas y los dragos,
hace brotar los mustios jaramagos,
hincha la yema y el botón revienta.

Al tronco de los Arboles se prende
de la hiedra la azul y verde malla,
que en el bardal su pabellón extiende.

Y, empapada del Eter en las ondas,
del sol al fuego, la capiña estalla
en explosión de pétalos y frondas.

domingo

Poemas: PAISAJES (Manuel José Othón)



Rojo, desde el cenit, el sol caldea.
La torcaz cuenta al río sus congojas,
medio escondida entre las mustias hojas
que el viento apenas susurrando orea.

La milpa, ya en sazón, amarillea,
de espigas rebosante y de panojas,
y reveberan las techumbres rojas
en las vecinas casas de la aldea.

No se oye estremecerse el cocotero
ni en la ribera sollozar los sauces;
solos están la vega y el otero,

desierto el robledal, secos los cauces
y, tendido a la orilla de un estero,
abre el lagarto sus enormes fauces.

sábado

Poema: CANTO NUPCIAL (Manuel José Othón)


Y a ti, joven y fuerte, en los umbrales
del sagrado refugio, jubilosa
te espera amante la rendida esposa
bajo los resplandores otoñales.

Tampoco sola está: las virginales
compañeras, de frente ruborosa,
tienden sobre ella su dosel de rosa,
al compás de los cánticos nupciales.

Son las ansias sin fin, las esperanzas,
las ilusiones del amor venidas
de azules y profundas lontananzas.

Todas alzan un himno al varón fuerte
que ha de llevar dos almas y dos vidas,
a travéz de la vida y de la muerte.

viernes

Poema: CANTO NUPCIAL ( Manuel José Othón)


¡Oh, esposa! virgen y radiante, mira:
el amor en sus ojos centellea
y el coro de los sueños le rodea
y a su oído solícito suspira.

A infundirte su alma sólo aspira.
Su cerebro, que es urna de la idea,
cual una forja ignífera chispea.
Canta su corazón, como una lira.

¡El coro de los sueños! Los amigos
del esposo, que en júbilo inundados,
de su dicha inmortal serán testigos...

Los recuerdos del niño, los anhelos
viriles que le ascienden, ya encarnados,
en un viaje contigo, hasta los cielos.

jueves

Poema: CANTO NUPCIAL (Manuel José Othón)


¡Oh, esposa! virgen y radiante, mira:
el amor en sus ojos centellea
y el coro de los sueños le rodea
y a su oído solícito suspira.

A infundirte su alma sólo aspira.
Su cerebro, que es urna de la idea,
cual una forja ignífera chispea.
Canta su corazón, como una lira.

¡El coro de los sueños! Los amigos
del esposo, que en júbilo inundados,
de su dicha inmortal serán testigos...

Los recuerdos del niño, los anhelos
viriles que le ascienden, ya encarnados,
en un viaje contigo, hasta los cielos.

miércoles

Poema: LA CANCIÓN DEL OTOÑO (Manuel José Othón)



Zumba ¡oh viento! zumba y ruge
dispersando la simiente;
que la crútula reviente
a la furia de tu empuje.

La hojarasca cruje, y cruje
el ramaje tristemente;
que tu garra prepotente
los retuerza y los estruje.

Resonando las serojas
se estremecen al chasquido
que crepita en las panojas,

y es canción en la espesura,
en las ruinas alarido
y en los nervios crispatura.
Zumba ¡oh viento! zumba y ruge
dispersando la simiente;
que la crútula reviente
a la furia de tu empuje.

La hojarasca cruje, y cruje
el ramaje tristemente;
que tu garra prepotente
los retuerza y los estruje.

Resonando las serojas
se estremecen al chasquido
que crepita en las panojas,

y es canción en la espesura,
en las ruinas alarido
y en los nervios crispatura.

martes

Poema: EL HIMNO DE LOS BOSQUES II (Manuel José Othón)



Huyendo por la selva presurosos
se pierden de la noche los rumores;
los mochuelos ocúltanse medrosos
en las ruinas, y exhalan los alcores
sus primeros alientos deleitosos.
Abandona mis parpádos el sueño,
la llanura despierta alborozada:
con su semblante pálido y risueño,
la vino a despertar la madrugada.
Del oriente los blancos resplandores
a aparecer comienzan; la cañada
suspira vagamente, el sauce llora
cabe la fresca orilla del riachuelo,
y la alondra gentil levanta al cielo
un preludio del himno de la aurora.
La bandada de pájaros canora
sus trinos une al murmurar del río;
gime el follaje temblador, colora,
y a lo lejos blanquea el caserío.
Y va creciendo el resplandor y crece
el concierto a la vez. Ya los rumores
y lor rayos de luz hinchen el viento,
hacen temblar el éter, y parece
que en explosión de notas y colores
va a inundar a la tierra el firmamento.

lunes

Poema:EL HIMNO DE LOS BOSQUES I ( Manuel José Othón)


En este sosegado apartamiento
lejos de cortesanas ambiciones,
libre curso dejando al pensamiento,
quiero escuchar suspiros y canciones.

¡El himno de los bosques! Lo acompaña
con su apacible susurrar el viento,
el coro de las aves con su acento,
con su rumor eterno la montaña.

El torrente caudal se precipita
a la honda sima, con furor azota
las piedras de su lecho, y la infinita

estrofa ardiente de los antros brota.
¡Del gigante salterio en cada nota
el salmo inmenso del amor palpita!

domingo

Poema: UNA ESTEPA DEL NAZAS (Manuel José Othón)



¡Ni un verdecido alcor, ni una pradera!
Tan sólo miro, de mi vista enfrente,
la llanura sin fin, seca y ardiente
donde jamás reinó la primavera.

Rueda el río monótono en la austera
cuenca, sin un cantil ni una rompiente
y, al ras del horizonte, el sol poniente,
cual la boca de un horno, reverbera.

Y en esta gama gris que no abrillanta
ningún color; aqui, do el aire azota
con ígneo soplo la reseca planta,

sólo, al romper su cárcel, la bellota
en el pajizo algodonal levanta
de su cándido airón la blanca nota.
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