viernes

Ofrenda a ala muerte. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Muda nodriza, llave de nuestros cautiverios,
¿oh, Tú, que a nuestro lado vas con paso de sombra,
Emperatriz maldita de los negros imperios,
cuál es la talismánica palabra que te nombra?

Punta sellada, muro donde expiran sin eco
de la humillada tribu las interrogaciones,
así como no turba la tos de pecho hueco
la perenne armonía de las constelaciones.

Yo cantaré en mis odas tu rostro de mentira,
tu cuerpo melodioso como un brazo de lira,
tus plantas que han hollado Erebos y Letheos;

y la serena gracia de tu mirar florido
que ahoga nuestras almas exentas de deseos,
en un mar de silencio, de quietud y de olvido.

jueves

El cazador. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Satán es cazador furtivo en la celeste
selva donde divaga el místico redil
y, como un joven sátiro, en la dulzura agreste,
suena la tentación de su flauta sutil.

¡Ay, del que oyera el canto del Malo!, quien oyera
la perversa sirena del Pecado Mortal,
ni rasgando su carne poseída pudiera
extirpar la ponzoña del hechizo fatal.

¡Y bien lo sabes tú, melodiosa alma mía,
alondra cantarina en la clara harmonía
del bosque donde pulsan los Coros sus laúdes,

tú, que del cazador en las manos lascivas,
en las velludas manos, viste llevar cautivas
a las siete palomas de tus siete virtudes!

miércoles

Las Hadas. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Las hadas que tejían mis ensueños,
en la dulzura de mi abril en flor,
las hadas que tejían mis ensueños
dulces, abandonaron su labor...

En cortas primaveras y risueños
días celestes de mi abril en flor,
fui pródigo del oro de mis sueños
con generoso gesto sembrador...

Mujer, rosas canción, sonrisa franca,
todo se fue con la mañana blanca...
El Odio abrió la herida carmesí...

¡Canción mujer, sonrisa blanca, rosas,
cifré mi vida en tan livianas cosas
que, por mi futileza, la perdí!

martes

El tesoro. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Con nuestras propias manos temblorosas
tejemos nuestro bien y nuestro mal;
¡y deshojamos nuestras propias rosas
como en un juego trágico y banal...!

Y después, al mirar el alma pobre,
es la angustia y desesperación
de ver trocado en monedas de cobre
todo el oro de nuestro corazón...

lunes

Aparición. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Lloraba perlas la fonta harmónica
las dalias descubrían sus sonrojos,
cuando pasó triunfal y salomónica
la Emperetriz de los celestes ojos.

Tornaba en mi divino clavileño
de una excursión solar hollando abrojos;
y me sonrió en un éxtasis de ensueño,
la Emperatriz de los celestes ojos.

Rimaba un grillo su sonata abstrusa,
agria a la luz de los ponientes rojos.
Y era Diosa y Esfinge, Lira y Musa,
la Emperatriz de los celestes ojos.

Iba hacia su blancura de alabastro
cuando me victimaron sus enojos...
Y se desvaneció en la luz del astro
la Emperatriz de los celestes ojos

domingo

La libertadora. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Desde mi torre de marfil
miro la vida que discurre.
Mi alma romántica y sutil
suspira, sonríe y se aburre.

Hay un jardín de negras rosas,
hay un jardín de blancos lirios:
son mis tristezas negras rosas,
mis ilusiones blancos lirios.

A veces en el aire azul,
solloza el viento un miserere,
huye un ave de alas de tul:
es algún lirio que se muere.

Y tantos son los que se han muerto,
calladamente, uno por uno,
que el jardín va a quedar desierto
y pronto no ha de haber ninguno.

Ya queda de mi Primavera
sólo un olor a rosa seca...
Y mi alma espera, espera, espera,
hilando sueños de su rueca.

Espera oír en el confín,
al dulce final de su suerte,
la voz aguda del clarín
de la Muerte.

Caerán las duras cadenas,
se abrirá la puerta de hierro:
y, entre un perfume de azucenas,
¡el alma saldrá de su encierro.

sábado

Revelación. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Erraba por la orilla del malecón desierto,
interpretando el ritmo de la onda bulliciosa.
Las brisas matinales aromaban el puerto,
el alba despeinaba su cabellera rosa.

Y, al rumor apagado de la ronca sonata,
sentí una sangre nueva circular por mis venas,
sangre bermeja digna de un corazón pirata,
o de un moderno Ulises, pescador de sirenas.

Y ansié el himno que rugen los piélagos amargos,
los sueños que impulsaron a los marinos Argos,
la luz que el albo encaje de las espumas dora...

Un Yo nuevo del fondo de mi pecho surgía,
¡y algo de mi alma loca de aventuras partía
en un esquife de oro con rumbo hacia la Aurora!

viernes

Reminiscencia griega. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Pan recobró su otoñal caramillo
y hace vibrar la dorada floresta
y es en un claro del bosque amarillo
danza rosada de ninfas en fiesta.

Sombras desnudas temblando en la brisa
siempre más fina, más suave, más leve,
mientras el agua la imagen precisa
de piernas rosas y cuerpos de nieve.

De lo más negro del bosque fragante,
como la sangre se va de la herida,
fluye la voz pastoril y galante
del armonioso instrumento panida.

Suave se riza la yerba menuda
bajo el jazmín de los pies nacarados
y va borrando la danza desnuda
la sombra gris de los sueños pasados...

¡Y es un dolor armonioso, una angustia
imprecisible, una amargura ambigua
ver tan lejana la dulce edad mustia
y la belleza de esta tarde antigua...!

jueves

Balada de la melancolía otoñal. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Ya en la otoñal y hermosa alameda
vuelan los últimos cálices de oro
y en tus nerviosas pestañas de seda
queda temblando una lágrima de oro.

El surtidor su romanza masculla,
siempre más triste en la noche cercana,
–Dime, Princesa, la historia que arrulla
y hace olvidemos la Muerte cercana.

Dime la vieja leyenda harmoniosa
que habla de aquella Princesa difunta:
así pondremos mortaja de rosa
a la divina esperanza difunta...

Pálido amor que los sueños enlutas,
torna el mirar a la luz de la vida:
viene a nosotros por místicas rutas
la barca negra del mar de Ultra-Vida.

miércoles

IV. (Poema: Medardo Ángel Silva)



La noche es un suspiro azul que tiembla
sobre el obscuro sueño de la Tierra.
El parque es un silencio perfumado... aletea,
como un pájaro herido, torpe, la brisa negra.
Se corta la palabra de la fuente, reseca
en la taza de piedra.
Se va a acabar la vida... soñolientas
las hojas cabecean.
Y cae sobre el alma la tristeza
igual que sobre un muerto, un puñado de tierra

martes

III. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Fantasmas blancos en los miradores
y llanto de los pianos a las estrellas, sones
que apagan las cortinas y los tapices; roces
de largos trajes; leves como de apariciones,
temblando en los espejos amarillos; rumores
que expiran como la luz del horizonte...
Y son cosas de sueño melodías informes
sonando en Penumbrosos laberintos; y voces
de lo Desconocido que llegan con la Noche.

lunes

I. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Daba el heno cortado su olor y su frescura
y el sonámbulo río su monótona música.
Iba en el cielo azul, como una reina impúdica,
la luna sonrosada, soñolienta y desnuda.
La sombra de las ramas, en las aguas obscuras,
jugaba azul y triste, sus mil danzas confusas;
y, luminosa escarcha, arrojaba la luna
su polvillo de plata sobre las rosas húmedas.

sábado

V. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Como esos monjes pálidos de que hablan las leyendas,
espectros de las negras crujías conventuales,
yo quiero abandonar las escabrosas sendas
en qué urde el Mal sus siete laberintos fatales.

Encerraré en un claustro mi dolor exquisito
y a solas con mis sueños cultivaré mis rosas;
mi alma será un espejo que copie lo Infinito
más allá del humano límite de las cosas...

Tal ha de ser mi vida de paz... Hasta que un día
en la devota celda, me encuentren los Hermanos
moribundo a los pies de la Virgen María,
¡teniendo tu amarillo retrato entre mis manos!

viernes

IV. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Toda mi inútil gloria no vale lo que el oro
de tu risa o un rayo de tu mirar profundo.
Mujer, carne de nardos y de estrellas, tesoro
celeste que ilumina la conciencia del mundo.

Tú, que haces florecer jazmines en el lodo
y siendo fuente humana das el divino verso,
tienes por arma el llanto, la risa, el beso, todo
lo fragante y lo puro que tiene el Universo...

Mujer, Diosa o Esfinge, mi corazón quisiera
ser una roja acelfa a tu seno prendida,
¡que tu boca –rosado vampiro– me sorbiera
la nostálgica y pura fragancia de mi vida!

jueves

II. (Poema: Medrdo Ángel Silva)



¡Sirena, cómo turba tu voz engañadora!
¡cómo haces dulce el lloro y agradable el tormento!
fontana cristalina del parque de la aurora,
que nunca has de apagar la viva sed que siento.

Atalanta, que alegras con tus labios risueños
mis neuróticas noches de muchacho enfermizo;
Esfinge, que te yergues frente a mis locos sueños;
Arcángel, que me niegas la entrada al Paraíso...

miércoles

I. (Poema: Medardo Angel Silva)





Vida de la ciudad: el tedio cotidiano,
los dulces sueños muertos y el corazón  partido;
vida exterior y hueca, vida falsa, ¡océano
en que mi alma es igual a un esquife perdido!

No, dadme el reino puro del Silencio exquisito,
la Soledad de blancos pensamientos florida
y la torre interior abierta a lo Infinito
más allá del Dolor, del Tiempo y de la Vida.

Donde mi corazón –urna de melodía–
vierta en un verso triste su lírico tesoro;
y duerma en tu regazo –¡oh, sacra Poesía!–
¡frente al lirio, a la estrella, al tibio ocaso de oro!

martes

V. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Por las salas azules, melancólicamente,
va la luna arrastrando sus vestidos de novia,
al desplegar las brisas, en los parques floridos,
con un rumor de seda, las alas temblorosas...

Bajo el claro de luna, enigmático y triste,
diseña en el azul de la noche armoniosa,
un castillo que se alza sobre el feudo de antaño,
las finas esbelteces de su silueta gótica...

Y a las doce, al regar sus azahares el astro,
se esparce una fragancia de leyendas remotas...
y se escuchan los pasos furtivos de las dueñas...
y un rechinar de goznes de ventanas musgosas...

domingo

IV. (Poema: Medardo Ángel Silva)



En este parque antiguo –¡que tanto se parece,
por su abono y paz al jardín de mi vida!–
el pájaro que canta, la flor que se estremece
nos hablan dulcemente de una edad extinguida.

Sobre todo hay un sitio –donde un Eros de  piedra
dispara eternamente sus flechas diamantinas–
en que huelen a carne las hojas de la yedra
y se ven dulces nombres en las viejas encinas...

Y, a la anémica luz del crepúsculo lila,
se yerguen vagas formas de una época lejana...
¡Y la blanca teoría fantástica desfila
como el ceremonioso ritmo de una pavana!

sábado

II. (Poema: Medardo Ángel Silva)



El paisaje es de fábula... de ensueño... hasta la luna
suscita la ilusión de mágicos países...
El jardín encantado, cuando suena la una,
entre el perfume de almas ve mil espectros  grises.

Como un niño extraviado, mi pesar errabundo
va por otras edades doradas y distintas...
(El jardín no parece ya un jardín de este mundo
irreal, sin la voz de sus fuentes extintas...)

Tapiz descolorido de grandes rosas rojas
y magnolias nevadas, es la triste alameda...
y el alma ultrasensible, al caer de las hojas,
cree oír el rumor de tu enagua de seda.

viernes

I. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Cuando en el clave lloran los antiguos motivos
–esas pavantes gráciles, aquellas pastorelas–
en la aúrea cornucopia se ven rostros furtivos
y se aspiran fragancias de olvidadas esquelas.

Todo el noble Pasado secular y doliente,
duerme entre seda y púrpura en la estancia fastuosa
y su alma delicada y exquisita se siente
vagar en el silencio como una mariposa...

Esos vasos de Sevres... esos perfumes viejos...
hasta el reloj inmóvil en la negra consola
evocan tanto... ¡A veces se mira en los espejos
una Infanta que pasa con su traje de cola!

miércoles

Philosophia. (Poema: Medardo Ángel Silva)



Al borde de la vida sentémonos, ¡oh Mía!
y miremos correr las horas pasajeras;
¡dulce es el sol fugaz!, bendigamos el día
y confiemos en El que hizo las primaveras.

Comamos nuestro pan, bebamos nuestro vino
y reciba el Señor nuestra diaria alabanza:
podrá ser duro el golpe del adverso Destino
pero quedan las alas: ¡nos queda la Esperanza!
 
Dejemos el camino a los que tienen prisa;
a nosotros nos basta un beso, una sonrisa...
El tesoro mental pródigamente damos

y no guardamos nada porque nada tenemos...
Y menos nos inquieta el saber donde vamos
pues el Amor nos dice que juntos marcharemos...

lunes

Amada. (Poema: Medardo Angel Silva)


¡El duro son de hierro tornaré melodía

para cantar tus ojos! –violetas luminosas–

la noche de tu negra cabellera y el día

de tu sonrisa, pura más que las puras rosas.

 

Tú vienes con el alba y con la primavera

espiritual, con toda la belleza que existe,

con el olor de lirio azul de la pradera

y con la alondra alegre y con la estrella triste.

 

La historia de mi alma es la del peregrino

que extraviado una noche en un largo camino

pidió al cielo una luz... y apareció la luna;

 

pues, estaba de un viejo dolor convaleciente,

y llegaste lo mismo que una aurora naciente,

en el momento amargo y en la hora oportuna.

domingo

Romanza de los ojos. (Poema: Medardo Angel Silva)




Cálido estío de tus grandes ojos.

Negras flores, en selvas encantadas,

que abre la reina de los claros ojos,

el alba de las manos sonrosadas.

 

Lámpara astral de tus miradas puras.

Pálida luz de sol convaleciente

que cuida, bajo sus dos alas puras,

un rubio serafín adolescente...

 

Otoño triste de tus ojos dulces.

Crepúsculos de seda y pedrería

que cierra el soplo de tus labios dulces

tu sacra hemana la Virgen María

viernes

Hoja de álbum. (Poema: Medardo Angel Silva)



Atraviesas la vida como un jirón de bruma
–tan exquisita y tan crepuscular–
celeste y vaporosa, con levedad de espuma
o de aroma lunar.

No basta el verso diáfano para tu gracia suma,
ni la cadencia rítmica del misterioso mar,
ni el trino de la alondra que sonrosa su pluma
en el parque de sol y aroma de azahar.

Es tuyo el melodioso imperio de la Aurora:
el grupo de los cisnes que el estanque decora
canta el advenimiento de tu azul primavera;

la noche se detiene, al umbral del ocaso,
por la embriaguez de olores que da tu cabellera...
¡Y el corazón del mundo late bajo tu paso!

miércoles

Pretérita. (Poema: Medardo Angel Silva)


Te había soñado hija de un antiguo mar grave,

en un negro castillo cerca del Rhin azul;

unánimes al ritmo de tu sonrisa suave

charlaban las alondras en fresco abedul.

 

Tu perfumada sombra cantaban los poetas

(eran los bellos días de Erec y Parsifal)

y tus ojos velados cual obscuras violetas

causaron la locura de un príncipe feudal.

 

Los nelumbos abrían a tus leves contactos...

A ti vagaban trémulos cisnes estupefactos

si tus pupilas de oro volvías al jardín...

 

Los nardos deliraban con tu cutis de azalia

y un pajecillo rubio que llegara de Italia

mirándote impasible, se suicidó en el Rhin
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