Atraviesas
la vida como un jirón de bruma
–tan
exquisita y tan crepuscular–
celeste y
vaporosa, con levedad de espuma
o de aroma
lunar.
No basta el
verso diáfano para tu gracia suma,
ni la
cadencia rítmica del misterioso mar,
ni el trino
de la alondra que sonrosa su pluma
en el parque
de sol y aroma de azahar.
Es tuyo el
melodioso imperio de la Aurora:
el grupo de
los cisnes que el estanque decora
canta el
advenimiento de tu azul primavera;
la noche se
detiene, al umbral del ocaso,
por la
embriaguez de olores que da tu cabellera...
¡Y el
corazón del mundo late bajo tu paso!
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