¡El duro son
de hierro tornaré melodía
para cantar
tus ojos! –violetas luminosas–
la noche de
tu negra cabellera y el día
de tu
sonrisa, pura más que las puras rosas.
Tú vienes
con el alba y con la primavera
espiritual,
con toda la belleza que existe,
con el olor
de lirio azul de la pradera
y con la
alondra alegre y con la estrella triste.
La historia
de mi alma es la del peregrino
que
extraviado una noche en un largo camino
pidió al
cielo una luz... y apareció la luna;
pues, estaba
de un viejo dolor convaleciente,
y llegaste
lo mismo que una aurora naciente,
en el
momento amargo y en la hora oportuna.
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