Ya en la otoñal y hermosa alameda
vuelan los últimos cálices de oro
y en tus nerviosas pestañas de seda
queda temblando una lágrima de oro.
El surtidor su romanza masculla,
siempre más triste en la noche cercana,
–Dime, Princesa, la historia que arrulla
y hace olvidemos la Muerte cercana.
Dime la vieja leyenda harmoniosa
que habla de aquella Princesa difunta:
así pondremos mortaja de rosa
a la divina esperanza difunta...
Pálido amor que los sueños enlutas,
torna el mirar a la luz de la vida:
viene a nosotros por místicas rutas
la barca negra del mar de Ultra-Vida.
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