Vida de la ciudad: el
tedio cotidiano,
los dulces sueños muertos
y el corazón partido;
vida exterior y hueca,
vida falsa, ¡océano
en que mi alma es igual a
un esquife perdido!
No, dadme el reino puro
del Silencio exquisito,
la Soledad de blancos
pensamientos florida
y la torre interior
abierta a lo Infinito
más allá del Dolor, del
Tiempo y de la Vida.
Donde mi corazón –urna de
melodía–
vierta en un verso triste
su lírico tesoro;
y duerma en tu regazo
–¡oh, sacra Poesía!–
¡frente al lirio, a la
estrella, al tibio ocaso de oro!
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