¿Quién dice que los hombres nos parecen,
desde la soledad del firmamento,
átomos agitados por el viento,
gusanos que se arrastran y perecen?
¡No! Sus cráneos que se alzan y estremecen
son el más grande asombrador portento:
fraguas donde se forja el pensamiento
y que más que nosotras resplandecen!
Bajo la estrecha cavidad caliza
las ideas en ígnea llamarada
fulguran sin cesar, y es, ante ellas,
toda la creación polvo y ceniza. . .
los astros son materia... casi nada...
¡y las humanas frentes son estrellas!
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