Melancolía,
madre mía,
en tu regazo
he de dormir,
y he de
cantar, melancolía,
el dulce
orgullo de sufrir.
Yo soy el
rey abandonado
de una Thulé
dorada donde nunca viví
y al verme
pobre y desterrado
vuelvo los
ojos hacia ti.
Melancolía,
tú eres buena,
tú aliviarás
este dolor;
para esta
pena,
serán tus
lágrimas de amor.
¿Qué me ha
quedado de aquella hora
primaveral?
La melodía
pasó. Ahora
sólo hay un
eco funeral.
¿Y la mujer
a quien quisimos?
¡Ay! se fue
ya.
¿Y la mujer
que en sueños vimos?
Nunca
vendrá.
Y así, la
vida:
las
estrellas mintiendo amores con su luz,
cuando muy
bien pudiera que ellas
sean los
clavos de una cruz.
Melancolía,
madre mía,
en tu regazo
he de dormir,
y he de
cantar, melancolía,
el dulce
orgullo de sufrir.
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