Hermano, si
me río de la vida y sus cosas
notarás en
mi risa cierto rezo de angustias,
sentirás las
espinas que hay en todas las rosas,
comprenderás
que casi mis flores están mustias.
Yo pongo a
los cipreses de mi sendero, ahora,
una doliente
gracia contradictoria y llena
de la azul
ironía que aprendí de la Aurora
que es hija
de los rojos Crepúsculos de pena.
Se apagaron
aquellos ojos que me sonrieron
diabólicos y
brujos detrás de una ventana,
y esta tarde
yo he visto que en mi jardín murieron
pobres
rosadas rosas que enterraré mañana.
Indiferentemente
tiene mi herida abierta
el dorado
veneno que me dio esa mujer:,
Voy a entrar
al olvido por la mágica puerta
que me
abrirá ese loco divino: ¡BAUDELAIRE!
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