¡Oh, esposa! virgen y radiante, mira:
el amor en sus ojos centellea
y el coro de los sueños le rodea
y a su oído solícito suspira.
A infundirte su alma sólo aspira.
Su cerebro, que es urna de la idea,
cual una forja ignífera chispea.
Canta su corazón, como una lira.
¡El coro de los sueños! Los amigos
del esposo, que en júbilo inundados,
de su dicha inmortal serán testigos...
Los recuerdos del niño, los anhelos
viriles que le ascienden, ya encarnados,
en un viaje contigo, hasta los cielos.
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