Bajo los melancólicos sauces q
ue sombrean el fétido pantano
y en la desolación del muerto llano
sembrado de cadáveres y cruces,
se nos mira brillar, pálidas luces,
terror del habitante rusticano;
misteriosos engendros de lo arcano
envueltos en fosfóricos capuces.
Mas al beso de amor del aire puro
sobre la infecta corrupción, ileso
fulguró nuestro ser cual a un conjuro.
Que no existe lo estéril ni lo inerte
si Pan lo toca, y al brotar un beso
siempre estalla la luz, aun de la muerte.
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