Coge la lira de oro y abandona
el tabardo, descálzate la espuela,
deja las armas que para esta vela
no has menester ni daga, ni tizona.
Si tu voz melancólica no entona
ya sus himnos de amor, conmigo vuela
a esta región que asombra y que consuela;
pero antes ciñe la triunfal corona.
Tú, que de Pan comprendes el lenguaje,
ven de un drama admirable a ser testigo.
Ya el campo eleva su canción salvaje;
Venus se prende el luminoso broche . . .
Sube al agrio peñón, y oirás conmigo
lo que dicen las cosas en la noche.
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