En este sosegado apartamiento
lejos de cortesanas ambiciones,
libre curso dejando al pensamiento,
quiero escuchar suspiros y canciones.
¡El himno de los bosques! Lo acompaña
con su apacible susurrar el viento,
el coro de las aves con su acento,
con su rumor eterno la montaña.
El torrente caudal se precipita
a la honda sima, con furor azota
las piedras de su lecho, y la infinita
estrofa ardiente de los antros brota.
¡Del gigante salterio en cada nota
el salmo inmenso del amor palpita!
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