¡A infundir con el vuelo y los chirridos
más horror en la noche, más negrura
en los antros del monte y más pavura
en las ruinas de sótanos hendidos!
¡A seguir a los pájaros perdidos
de la arboleda entre la sombra oscura
y con la garra ensangrentada y dura
a darles muerte y a asolar sus nidos!
¡A lanzar tan horrísonos acentos,
desde la cruz del viejo campanario,
que el valor más indómito se quiebre!
¡A remedar terríficos lamentos,
de dientes estridor, crujir de osario
y espasmódicos gritos de la fiebre! . . .
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