Son las bodas campestres de las flores.
Al beso del amor, antes latente,
estremece sus ondas el ambiente,
írguense los estambres tembladores.
Se impregnan los insectos zumbadores
en el polen de oro refulgente
y al par le lleva en su regazo ardiente
el viento grácil esparciendo olores.
¡Oh, céfiro! ¡oh, abeja! ¡oh, mariposa!
¡con qué ansiedad tan pudibunda espera
vuestra llegada la naciente rosa!
Posad sobre su cáliz que el deseo
desflora, mientras canta Primavera
los eróticos cantos de Himeneo.
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