Resplandece la bóveda infinita
con el fuego abrasante del verano
y, en la inmensa extensión, el soberano
elemento prolífico palpita.
La vida, como el alma de Afrodita,
todo lo enciende: al hongo en el pantano,
el ave y al cuadrúpedo en el llano
y en el huerto a la humilde bellorita.
Exhalan sus aromas penetrantes
el apio y la silvestre madreselva
y el laurel odorífero retoña.
Y, el balar de los hatos trashumantes,
en lo más escondido de la selva
tañe Pan su dulcísima zampoña.
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