Negro el altar, la bóveda desierta,
el resplandor del moribundo día
penetra por la angosta celosía
de la alta nave sobre el muro abierta.
Allá en la triste soledad incierta
se levanta la cruz negra y sombría;
Cristo, la inmensa luz que en ella ardía,
descansa ya bajo la losa yerta.
¡Ay!, del mundo en el viaje solitario
una luz nos ayuda en lontananza
a cargar con la cruz hasta el osario.
Y cuando al mal el corazón se lanza,
así de nuestra vida en el calvario
queda la cruz y muere 1a esperanza.
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