Surgen tus manos breves, lánguidas y perdidas,
como lirios
carnales, de las batistas claras...
(Yo pienso
que gustoso te daría mil vidas,
para que con
tus manos finas me las quitaras!)
De la gasa
inconsútil de tu rosa batista
surges,
vibrante, en una danza de bayaderas.
(Te juro que
en la corte del gran Tetrerca hubieras
obtenido la
roja cabeza del Bautista!...)
Bailas... y
el blanco sátiro, que decora la estancia,
sonríe desde
el ángulo, coronado de viña...
(Y mientras
me conmueve tu mirada de niña,
estremece mi
carne tu lasciva fragancia...)
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