Oigo en la
sombra, a veces, una voz que me advierte:
Poeta, entre
tus ruinas, yérguete vencedor:
deja la
flauta débil de tu canción inerte,
y alza el
himno a la vida, al orgullo, al vigor.
Acalla tu
secreto, sé fuerte con la muerte,
Y oigo otra
voz que clama: fuerte como el amor.
(En mi
conciencia íntima no sé cuál es más fuerte,
si el gesto
de la vida o el gesto destructor).
De súbito,
en tumulto, cual luminosas teas,
en el
cerebro atónito se encienden las ideas,
mas, cuando
de su foco, como de ardiente pira,
va a
levantar las notas del vigoroso canto,
como una
flauta débil el corazón suspira;
y la canción
se trueca por un raudal de llanto.
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