¡Oh, cómo te
miraban las tinieblas,
cuando
ciñendo el nudo de tu abrazo
a mi
garganta, mientras yo espoleaba
el
formidable ijar de aquel caballo,
cruzábamos
la selva temblorosa
llevando
nuestro horror bajo los astros!
Era una
selva larga, toda negra:
la selva
dolorosa cuyos gajos
echaban
sangre al golpe de las hachas,
como los
miembros de un molusco extraño.
Era una
selva larga, toda triste,
y en sus
sombras reinaba nuestro espanto.
El espumante
potro galopaba
mojando de
sudores su cansancio,
y ya hacía
mil años que corría
por aquel
bosque lúgubre. Mil años!
Y aquel
bosque era largo, largo y triste,
y en sus
sombras reinaba nuestro espanto.
Y era tu
abrazo como un nudo de horca,
y eran
glaciales témpanos tus labios,
y eran
agrios alambres mis tendones,
y eran
zarpas retráctiles mis manos,
y era el
enorme potro un viento negro
furioso en
su carrera de mil años.
Caímos a un
abismo tan profundo
que allí no
había Dios: montes lejanos
levantaban
sus cúspides, casqueadas
de nieve
bajo el brillo de los astros,*
* A la
muerte de Borja, el poema quedó inédito e inconcluso. Se ha puesto en duda que
él sea el autor.
No hay comentarios :
Publicar un comentario