Las rosas
del crepúsculo de la tarde de Mayo,
como una
fresca lluvia -rosadas, amatistas-
descienden a
las casas... el sol en un desmayo
de lumbres,
idealiza las flotantes batistas...
Voces que hacen pensar en magnolias y
armiños
conmueven el
fastuoso silencio de las salas...
Las horas,
perfumadas de inocencias de niños,
pasan sobre
la frente con dulce roce de alas...
Sobre los sueños puros de nueva primavera,
un júbilo de
bronces en el aire se espacia...
y la brisa
errabunda parece que dijera;
-Dios te
salve, María, llena eres de gracia...
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