Amo todo lo
extraño, amo todo lo exótico;
lo equívoco
y morboso, lo falso y lo anormal:
tan sólo
calmar pueden mis nervios de neurótico
la ampolla
de morfina y el frasco de cloral.
Amo las
cosas mustias, aquel tinte clorótico
de hampones
y rameras, pasto del hospital.
En mi
cerebro enfermo, sensitivo y caótico,
como araña
poeana, teje su red el mal.
No importa
que los otros me huyan. El aislamiento
es propicio
a que nazca la flor del sentimiento:
el nardo del
ensueño brota en la soledad.
No importa
que me nieguen los aplausos humanos
si me
embriaga la música de los astros lejanos
y el batir
de mis alas sobre la realidad.
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