Vírgenes
rosas inclinaron hacia
tus cabellos
la red de sus pistilos
al beso de
los astros, intranquilos,
por tus
pupilas húmedas de gracia.
Tal una
araña que a la luz espacia
las
traidoras urdimbres de sus hilos,
se proyectó
la sombra de los tilos
en tu balcón
de vieja aristocracia...
Trémulas al
prodigio de tu encanto,
como
anegadas en celeste llanto
te
contemplaron las estrellas fijas.
¡Y era un
triunfo de reinas diademadas
en las Mil y
Una Noches perfumadas
del mundo
sideral de tus sortijas!
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