Príncipe de
las Arias fragantes como rosas
y el verso
con fulgor de estrella vespertina,
a cuyo beso
se abren las madreselvas rosas
del jardín
interior, ebrio de luz divina;
A tu voz se
despiertan yo no sé qué dulzuras,
venidas de
ignorados países de consuelo
y desciende,
a la noche de las almas impuras,
¡una paz de
campiña, de alma blanca y de cielo!
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