Un gato,
grave y frío, sobre el vecino alero,
en yo no sé
qué fina meditación se pierde,
contemplando
la rosa de la luna de enero
con la viva
esmeralda de su pupila verde.
Inclinada la
testa como un Platón ideólogo
e inmóvil,
en hipótesis magníficas se abstrae...
y sólo turba
el hondo silencio del monólogo
¡la canción
olorosa que alguna brisa trae
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