Como el aire
se aroma con tu carne bendita
mi corazón
comprende por el lugar que pasas,
omnipotente
como la divina Afrodita,
entre una
ola sutil de flores y de gasas.
Y al mirarte
parece que miro a Anadyomena,
pues, como
ella, el influjo de tu mirar, fascinas;
-sembradora
impasible de mi angustia y mi pena,
por quien mi
alma es un Cristo coronado de espinas-
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