En continuas
orgías cuerpos y almas servimos
a los siete
lobeznos de los siete pecados:
la vid de la
Locura de sus negros racimos
exprimió en
nuestras bocas los vinos condenados.
Pálidas majestades sombrías y ojerosas,
lánguidos
oficiantes de pintadas mejillas
se vieron
coronados de nuestras frescas rosas
y en la Misa
del Mal doblamos las rodillas...
Y acabado el festín -al ensayar el vuelo
hacia el
puro Ideal- como heridas gaviotas
las almas
descendieron al putrefacto suelo,
asfixiadas
de luz con las alas rotas!
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