Guárdate tus
sonrisas: mi corazón hastiado
como fruto
en sazón, a la tierra se inclina;
la senda ha
sido larga, amiga; estoy cansado
y quisiera
gozar de mi hora vespertina.
Odio
aquellos amores de folletín: mi herida
no mendiga
limosnas de piedades ajenas;
yo tengo una
tragedia y se llama Mi Vida;
para
escribirla usé la sangre de mis venas.
Mi otoño
anticipado me vuelve reflexivo;
me
encuentras casi triste, sereno, pensativo,
no siento
las delicias del flirt, es la verdad.
Mi espíritu
se orienta hacia la eterna aurora,
hasta que la
clepsidra de Dios anuncie la hora
de ser con
mi señor para la eternidad.
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