Ni un ansia,
ni un anhelo, ni siquiera un deseo,
agitan este
lago crepuscular de mi alma.
Mis labios
están húmedos del agua del Letheo.
La muerte me
anticipa su don mejor: la calma.
De todas las
pasiones llevo apagado el fuego,
no soy sino
una sombra de todo lo que he sido
buscando en
las tinieblas, igual a un niño ciego,
el mágico
sendero que conduce al olvido.
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