Bendigo el
sufrimiento que viene de tu mano
y el vértigo
radiante en que tu voz me sume.
Mi amor es
para Ti como un jardín lejano
que a una
alcoba de reina envuelve en su perfume.
Y
eternamente oirás en tus noches sin calma
mi sombría
plegaria que, rugiendo, te invoca:
Al precio de
mi sangre y al precio de mi alma
véndeme una
limosna de un beso de tu boca!
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