Al vago de
las celestes liras
del viento
que divaga en la arboleda
cantas, y no
se sabe si suspiras
o si es el
ruiseñor que te remeda.
Tus negros
ojos de mirar doliente
no sé en qué
cuadro de Rosetti he visto,
y me
recuerdan inconscientemente
los ojos
melancólicos de Cristo.
Amo por
dolorosa tu belleza:
tu dulce faz
de virgen mártir viene
coronada de
mística tristeza.
Y vale más
que todo lo que existe
tu romántico
espíritu, que tiene
la suprema
elegancia de lo triste.
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